Entre la gripe y la crisis los laboratorios gozan de buena salud
Por Alberto Ferrari
12 de mayo de 2009
Dos fantasmas recorren el mundo. La gripe A/N1H1 y la crisis financiera global. Hay epidemia, países que cierran sus fronteras. Hay millones de familias que se quedan sin viviendas y otros millones sin trabajo. Automotrices quebradas y bancos hundidos en su propio fango. Sin embargo, nada afecta a la industria farmacéutica. Al contrario, parece indemne a los pronósticos agoreros y crecen sus dividendos a contramano de otros sectores industriales. Además, la epidemia para algunos es la oportunidad de hacer negocios.
Roche de Suiza y Glaxo de Inglaterra son los dos laboratorios multinacionales favorecidos por la epidemia y sus acciones están en alza porque cuentan con los medicamentos que, en teoría, son los únicos eficaces contra la gripe A/N1H1.
La multinacional Roche anunció beneficios por 22.300 millones de dólares y un incremento de sus beneficios del 16 por ciento para este año, según explicó Franz Humer, su director general en Basilea, gracias a Tamiflu (oseltamivir), ese medicamento que hoy aparece como salvavidas ante el avance de la gripe y que ingresó en la dorada lista de los veinte medicamentos más vendidos en el mundo.
El laboratorio suizo espera facturar 847 millones de dólares en los próximos meses y ya facturó 2.650 millones de euros por la venta de Tamiflu a los gobiernos entre 2006 y 2007, cuando surgió el brote de gripe aviar.
Analistas financieros suizos señalaron que Roche hoy disfruta “de una situación de virtual monopolio aún a pesar de que la eficacia de Tamiflu no sea demostrable en el 100 por ciento de los casos”.
El laboratorio, con un “pico histórico” en la cotización de sus acciones, ha demostrado cierta sensibilidad y a través de su vocera Martina Rupp, aseguró que estaba dispuesto a compartir la licencia del Tamiflu, con aquellos países en condiciones de producir el medicamento. Los laboratorios estatales de Brasil y el laboratorio Cipla de India, son los únicos capaces de iniciar su producción en lo inmediato.
Glaxo posee el medicamento Relenza (zanamivir) también recomendado para enfrentar la epidemia de gripe y que en las últimas semanas ha recibido pedidos que multiplican por veinte el promedio habitual.
La empresa Sanofi-Aventis, propietaria del fabricante de vacunas Pasteur, también pronostica que sus ventas se incrementarán 12 por ciento en el próximo lustro y declaró un beneficio neto de 7.186 millones de euros para 2008, 3.2 por ciento más que el año precedente.
Los resultados financieros de los laboratorios indican que para ese sector no hay crisis y que sus acciones gozan de buena salud: Glaxo subió 5.7 por ciento desde que el Relenza fue mencionado como eficaz para combatir la gripe. Roche avanzó 3.5 por ciento gracias al Tamiflu. Pero también AstraZeneca cotizó 3.7 por ciento en alza y Sanofi-Aventis 2.4 por ciento.
La crisis sanitaria podría tener “impulsos únicos sobre el volumen de negocios” y traducirse “en un alza ligero y único de las ganancias”, según Andrew Weiss, analista del banco Vontobel de Suiza. Coincidentemente, Luc Olten, analista del Banco Helvea de Zurich pronosticó que las ventas de Tamiflu de Roche ascenderán durante 2009 a 792 millones de dólares.
También la unidad de salud de Bayer aumentó el beneficio operativo 4.5 por ciento hasta 693 millones de Euros durante el primer trimestre del año, mientras que la unidad química del laboratorio alemán mejoró durante esos tres meses su ganancia operativa en 6.7 por ciento, por 814 millones de dólares.
Schering-Plough de Estados Unidos acaba de anunciar beneficios por 18.500 millones de dólares y un incremento del 46 por ciento de sus ventas durante 2008. Mientras el laboratorio facturaba, ya había comenzado la crisis financiera norteamericana de la que hoy hablan el presidente Barack Obama y los diarios de todo el mundo.
También en medio de la crisis, Pfizer se convirtió en el primer laboratorio del mundo luego de la adquisición de Wyeth con un volumen de negocios por 75 mil millones de dólares. En el segundo puesto se ubicó Merck (MSD) que vaticina una facturación anual de 47 mil millones de dólares, después de adquirir a su competidor Schering-Plough, todas empresas de Estados Unidos, ese país donde explotó “la burbuja” financiera.
NO TODAS SON BUENAS NOTICIAS, AUNQUE APAREZCAN POCO
Pfizer y Merck, primero y segundo de ese ranking de negocios, comparten además un mismo historial salpicado de denuncias de fraude y de haber manipulado los ensayos clínicos de sus medicamentos para ocultar los efectos adversos.
Merck debió comprometerse en Estados Unidos a pagar millonarias indemnizaciones a los pacientes que sufrieron problemas cardíacos por el consumo de su analgésico Vioxx, finalmente retirado del mercado.
En el caso de Pfizer, conoció recientemente en los tribunales de Boston que manipuló la publicación de los ensayos sobre su fármaco Neurontin contra la epilepsia que desde el 2000 le garantizó a la multinacional ventas por alrededor de 2.800 millones de dólares.
Otro fallo reciente de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos, indica que las compañías farmacéuticas son responsables de los efectos secundarios de sus medicamentos, aunque ya hayan sido aprobados por las correspondientes agencias reguladoras. La sentencia fue el corolario de un juicio iniciado por la ciudadana norteamericana Diana Levine contra el laboratorio Wyeth, porque le tuvieron que amputar un brazo a causa de la inyección inapropiada del medicamento Phenergan, un fármaco que tomaba contra las nauseas.
Los abogados de la demandante consiguieron que el máximo tribunal les diera la razón de que la compañía farmacéutica debió haber aportado más advertencias sobre los peligros de administrar el medicamento de la forma en que su defendida lo recibió, incluso por iniciativa unilateral, al margen de los exámenes solicitados por la FDA.
La FDA, considerada en el pasado la agencia reguladora de medicamentos más segura del mundo, “cuenta con recursos limitados para regular los 11 mil medicamentos en el mercado. Los fabricantes tienen un mayor acceso a la información sobre sus productos, especialmente cuando ya están en el mercado y surgen nuevos riesgos”, sostuvo la Corte Suprema en su dictamen. No es ocioso recordar que en Argentina, desde la disposición 150/92 los laboratorios obtienen la autorización automática de comercialización todos aquellos medicamentos autorizados por la FDA o en otros nueve países del Primer Mundo. Una forma de ahorrarle a los laboratorios los gastos que demandaría repetir en el país los ensayos clínicos y otros exámenes considerados como “burocráticos”.
En Portugal, se ha iniciado una investigación sobre el presunto pago de sobornos por la multinacional Bayer a médicos para que recetaran sus productos, a partir de la denuncia de Alfredo Pequito, ex gerente de información de la compañía en Lisboa.
El “arrepentido” ex directivo confesó ante la Inspección General de Salud de Portugal que había repartido dinero, regalos, coimas y viajes entre los profesionales que aceptaran recetar los medicamentos de Bayer. Mientras prosigue la investigación, cuatro médicos han sido condenados, 23 están en proceso y a otros 83 se les inició una investigación.
A causa de este caso, se recordó que Bayer ha recurrido a “la compra del silencio” en la vecina España, donde al menos 60 personas murieron a causa del medicamento Lipobay, del que consiguió la autorización de venta en decenas de países ocultando información, según constató el secretario de Estado de Sanidad de Alemania, Theo Schroeder, cuando en 2001 las muertes se sucedían desde Japón a Estados Unidos.
“El ocultamiento de datos y documentos es una actividad no ajena a Bayer, una multinacional que creció al amparo del régimen nazi de Adolfo Hitler y que nunca ha indemnizado a las personas que utilizó como manobra de obra esclava en los campos de concentración”, escribió Miguel Jara, periodista del diario La Arena de La Pampa, Argentina.
Otro caso de ocultamiento de información y de versiones interesadas y tergiversadas para consumo de los medios de comunicación envuelve hoy al laboratorio Pfizer, que en 1996 probó su antibíotico Trovan en Nigeria, con el argumento de que era eficaz para combatir un brote de meningitis. Once murieron, el resto quedó con gravísimas secuelas como parálisis cerebral. El laboratorio intenta arribar a un acuerdo extrajudicial con los familiares de las víctimas.
Aquella desaprensiva actitud de Pfizer de utilizar a niños africanos como cobayos hubiese quedado en el anonimato, si no fuese por la persistencia de un grupo de periodistas de The Washington Post, que durante un año trabajó en la investigación del episodio y comprobó que el antibiótico Trovan fue distribuido en Nigeria, sin haber realizado los test previos, según las confesiones de un ex médico de la compañía, Jon Walterspiel, que en su momento había mandado una carta a los ejecutivos denunciando la violación de las normas éticas que la misma empresa había fijado para sus investigaciones. Está de más decir que ese profesional fue despedido poco después de presentar por escrito sus disidencias.
El medicamento se aprobó poco después en Europa y Estados Unidos, pero la Unión Europea lo retiró a los tres meses por sus efectos colaterales y en Estados Unidos se usa, pero con restricciones y en casos de infecciones muy severas.
Para entender como funcionan las multinacionales en materia de ocultamiento, distorsión de pruebas y la compra de “silencio” se recomienda la lectura de “El mundo según Monsanto”, de la francesa Marie-Moique Robin, que explica como la multinacional destruyó evidencias comprometedoras, soborno a periodistas, jueces y funcionarios, e incluso infiltró la agencia reguladora del medio ambiente (EPA) de Estados Unidos, para eludir los juicios iniciados por los efectos nocivos del “agente naranja” o dioxina, utilizado durante la guerra de Vietnam, pero que también contaminó a miles de norteamericanos.
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