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jueves, 17 de noviembre de 2016

Unasur busca equilibrar precios de las medicinas

 17 de noviembre de 2016


La Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) está acabando de definir el Banco de Precios de Medicamentos, una iniciativa de la agenda de salud de la región que pretende favorecer el acceso a los tratamientos y equilibrar precios y que debe entrar en funcionamiento el año que viene. En un acto en Río de Janeiro, el secretario general de la UNASUR, Ernesto Samper, aseguró que este instrumento “permitirá a los países miembros comprar al mejor precio y sin caer en engaños", y resaltó la importancia que debe tener en una región donde el 30 por ciento del gasto en sanidad es para la compra de medicinas. 

El proyecto incluye la publicación de los precios de listas de medicamentos en los distintos países, la compra conjunta de productos y la producción de genéricos. La UNASUR asegura que un mismo medicamento puede tener un precio de hasta diez o doce veces más caro de un país a otro. Inicialmente, la lista tendrá 34 productos, entre los que figuran tratamientos para enfermedades como el VIH y la hepatitis C. Sin embargo, se espera que a finales de 2016 haya unos 60 medicamentos en el banco. 

El titular de UNASUR, integrada por Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Guayana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela, señaló que los estudios realizados antes de la creación del banco indicaron que un mismo medicamento puede tener precios que varían de hasta 10 o 12 veces de un país a otro sin justificación. 

No es la primera vez que esta entidad trasnacional pone el foco en la compra de medicamentos. En mayo de este año, junto con los países miembros del MERCOSUR, se comenzó una negociación conjunta con laboratorios farmacéuticos para la compra de medicamentos de alto costo vinculados a tratamientos contra el cáncer, informó el fin de semana el ministro de Salud Pública (MSP) de Uruguay, Jorge Basso. 

“La posibilidad de contar con distintas herramientas de negociación con la industria, a partir de esta articulación con países de la región, es una muy buena noticia y es un mecanismo que, si logramos que se consolide, nos da perspectivas importantes para seguir ajustando la incorporación de medicamentos de última generación”, dijo Basso.

martes, 11 de octubre de 2016

Hepatitis C: filón para las farmacéuticas, ruina para los Gobiernos

 

Se ha celebrado en Barcelona la XIII edición del Simposio Internacional sobre Hepatitis Virales, uno de cuyos temas estrella ha el de los tratamientos para la hepatitis C que saldrán al mercado en los próximos años. Los nuevos antivirales de acción directa para el virus de la hepatitis C (AAD) han sido descritos en este simposio como una de las mayores revoluciones en el tratamiento de las hepatitis virales de los últimos años. Además de eliminar el virus de la hepatitis C hasta en el 95% de los casos, estos tratamientos suponen una mayor comodidad para los pacientes, ya que se toleran mejor y tienen una duración más corta.
Como ha señalado uno de los coordinadores de este encuentro, el Dr. Rafael Esteban, jefe del servicio de Hepatología del Hospital Vall d’Hebron (Barcelona), “los nuevos medicamentos serán más precisos, más eficaces y más cómodos para el paciente”, aunque nada se ha dicho sobre el precio que vayan a tener, aunque seguro que más caros que los carísimos actuales, que están llevando a la ruina a la Sanidad pública en muchas Comunidades Autónomas.
El descubrir medicamentos eficaces contra la hepatitis C y –por esa superioridad demostrada sobre todo lo que había anteriormente- ponerles un precio desorbitado, ha supuesto un auténtico filón para las compañías farmacéuticas que, no contentas con esto, ya preparan el terreno futuro anunciando que en los próximos años los especialistas deberán afrontar otros desafíos como eliminar el virus de la hepatitis C en todos los casos o perfilar mejor todos aquellos pacientes con más riesgo de desarrollar cáncer de hígado.
En estos datos basan su negocio: Se estima que en España alrededor de 400.000 personas tienen hepatitis C crónica, de las que el 70% carecen de síntomas. Hasta el 85% de los pacientes no eliminan el VHC y desarrollan una hepatitis C crónica que, de no controlarse adecuadamente, puede progresar a estadios más graves. Cuando la hepatitis C progresa, produce fibrosis en el hígado. Entre el 10% y 20% de los pacientes desarrollan cirrosis a los 20-30 años desde el momento de la infección. Asimismo, la hepatitis C es la causa del 25% de los casos de cáncer de hígado.
original en http://azpressnews.blogspot.com.ar/2016/10/hepatitis-c-filon-para-las.html

miércoles, 5 de octubre de 2016

Hepatitis C: revocada parcialmente la patente del Sofosbuvir


Periodistas en español.com, 5 de octubre de 2016

La Oficina Europea de Patentes ha revocado parcialmente la patente sobre el Sofosbuvir registrada por Gilead Sciences, después de que Médicos del Mundo se opusiera a sus términos actuales, en un fármaco que se ha demostrado enormemente efectivo para tratar la hepatitis C.
sovaldi




Médicos del Mundo presentó un recurso a la patente concedida a Gilead Sciences para Sofosbuvir (Sovaldi®) el 10 de febrero de 2015. Este es un procedimiento legal por medio del cual la validez de una patente puede ser impugnada si se considera que el medicamento patentado no cumple con los criterios definidos por la Convención Europea sobre Patentes (CPE).

Las empresas farmacéuticas se basan en la propiedad intelectual asociada a la patente para solicitar precios muy elevados y no justificados por sus medicamentos, puesto que a menudo no introducen innovaciones determinantes.

Sofosbuvir es un claro ejemplo de esto: mientras que un tratamiento de 12 semanas alcanza un precio de 41 680 € en Francia y entre 25 000 y 13 000 en España, la versión genérica se vende por 220 € en la India. “Esta patente defectuosa ha sido usada por la compañía farmacéutica para imponer una tremenda presión sobre los Estados, de manera que estos han terminado aceptando pagar precios exorbitantes por el medicamento, lo que conduce a restricciones de tratamiento para los pacientes en muchos países europeos”, explica Françoise Sivignon, presidenta de Médicos del Mundo Francia.

Tras una audiencia pública de dos días en la sede de la Oficina Europea de Patentes en Múnich (Alemania), los argumentos planteados por Gilead Sciences para defender su patente sobre el Sofosbuvir no han sido totalmente aceptados por la entidad reguladora. Técnicamente, la decisión de la EPO implica que como tal, el Sofosbuvir no está protegido por una patente de ahora en adelante.

“Esta decisión de la EPO refuerza la lucha global para denunciar la perversión del espíritu original del sistema de patentes por parte de la industria farmacéutica, que busca mantener posiciones de dominio. Países como China, Ucrania e India ya han manifestado claramente su rechazo a la patente de Gilead”, explica Tahir Amin desde el colectivo Initiative for medicines, access and knowledge, I-MAK, el equipo legal y científico que ha asesorado a Médicos del Mundo en este proceso. “Esto demuestra que necesitamos un examen más riguroso de las patentes solicitadas para proteger la salud pública”, añade.

El tribunal ha considerado que la patente no es tan sólida como se suponía. Esto demuestra que la patente era débil y que la intervención pública en el sistema sí importa. Pero al mantener la patente -unque sea parcialmente-, no se consigue invertir la relación de poderes en beneficio de la salud de la población ni asegurar el equilibrio financiero de los sistemas sanitarios públicos.

“Hemos conseguido abrir una primera brecha en el sistema; ahora esperamos una acción firme por parte de los gobiernos europeos”, ha declarado Yannick Le Bihan, responsable de Operaciones de Médicos del Mundo. De hecho, los gobiernos disponen de una herramienta legal que pueden utilizar de manera inmediata para facilitar el tratamiento de la hepatitis C a las personas enfermas: se trata de la licencia obligatoria, que ofrece una base legal para producir versiones genéricas del fármaco patentado.

“Hasta ahora, los gobiernos nos decían que la licencia obligatoria era una débil herramienta legal para justificar el hecho de que no estaban dispuestos a usarla -a pesar de que ha sido respaldada por las leyes nacionales y las normas de la OMC-, pero lo que hoy sabemos es que lo débil era en realidad la patente. Los gobiernos tienen que ejercer inmediatamente sus responsabilidades”, declara Olivier Maguet, director de la campaña de Médicos del Mundo sobre el precio de los medicamentos.

Esta decisión de la Oficina Europea de Patentes refuerza la lucha de Médicos del Mundo para establecer nuevas reglas en la fijación del precio de los medicamentos y en el diseño de un modelo alternativo al de las patentes para financiar la innovación terapéutica. La organización médico humanitaria ha reforzado recientemente este enfoque con el lanzamiento de la campaña “El precio de la vida” en Europa.

Enlaces:
Acceso al dossier de oposición a la patente


original en http://periodistas-es.com/hepatitis-c-revocada-parcialmente-la-patente-del-sofosbuvir-76649

martes, 27 de septiembre de 2016

Médicos del Mundo, contra el escandaloso precio de los medicamentos

Cristina Lucio, El Mundo,

 

Detalle de uno de los carteles de la campaña. MÉDICOS DEL MUNDO

  • La ONG lanza una campaña para denunciar los precios ‘exorbitados’ de los fármacos
  • Anima a la ciudadanía a presionar para que el sistema de fijación de precios cambie
 
Denunciar “los precios exorbitantes” de ciertos medicamentos que llegan al mercado y animar a la ciudadanía a presionar a las autoridades para que el sistema de fijación de precios farmacéuticos cambie. Ese es el objetivo de la campaña que Médicos del Mundo ha lanzado simultáneamente este martes en España y otros países europeos, como Alemania o Bélgica.
La ONG advierte de que el “constante aumento del precio de los medicamentos que salvan vidas” pone en riesgo que, a largo plazo, “la cobertura médica pública no pueda seguir sosteniendo el reembolso” de tratamientos para enfermedades graves.
“Los laboratorios establecen sus precios en función de lo que los estados puedan pagar”, explica Ave María Aburto, portavoz de la organización médica, quien añade que “un ejemplo reciente lo vimos con los tratamientos para la hepatitis C. La combinación de sofosbuvir y simeprevir cuesta unos 40.000 euros en Francia, pero la misma medicación ronda los 13.000 euros en España y tiene un precio más bajo en otros países”.
Lo mismo ocurre con otras terapias, sobre todo con anticancerígenos, que pueden alcanzar los 100.000 euros anuales por paciente, como en el caso de Keytruda, aprobado para el melanoma o Glivec, que se utiliza para tratar la leucemia y cuesta unos 30.000 euros al año en España.
La campaña, denominada ‘El precio de la vida’, se ha lanzado junto a unos carteles “deliberadamente provocadores” con mensajes como: “Qué es exactamente un melanoma? 4.000 millones de euros en volumen de negocios”; “Junto al sector inmobiliario y al petrolero, ¿cuál es uno de los mercados más rentables? La enfermedad”; “con mil millones de euros de beneficio, se vive muy bien de la hepatitis C” o “Salud, ¿quién debe dictar la ley, el mercado o el estado?”.
Opacidad

Las farmacéuticas “aducen que los precios elevados se deben a su inversión en investigación y desarrollo, pero hay evidencias de que esto no es real, pese a la falta de transparencia que rodea a todo el proceso”, añade Aburto.
La ONG denuncia que la fijación de precios de fármacos se basa en un “círculo vicioso perfecto”. La mayoría de las moléculas se desarrollan en laboratorios de universidades e instituciones públicas, indica. Acto seguido, la industria compra los productos más prometedores y desarrolla la innovación hasta que, en última instancia, los sistemas sanitarios, con fondos públicos, vuelven a comprar “por precios a menudo abusivos” el medicamento. Y toda la negociación es opaca, “no se hacen públicos los datos de producción ni las condiciones fijadas”, señala la portavoz.
“Además, por si esto fuera poco, las compañías se benefician también de deducciones fiscales por promover la investigación”, denuncia la ONG.
“No podemos permitir que los laboratorios calculen el precio de la vida en función de criterios de rentabilidad”, señala Aburto, quien resume las principales peticiones de la campaña: En primer lugar, es fundamental que el estado intervenga utilizando todas sus herramientas jurídicas y políticas para que se bajen los precios de los medicamentos y se proteja el interés de la población española. Además, también es clave conseguir que sean transparentes los gastos reales de investigación y desarrollo y, por último, promover un modelo alternativo al de las patentes pasa sostener la investigación, asegura.
A través de una página web (‘www.thecostoflife.es’), Médicos del Mundo anima a la ciudadanía a que, a través de su firma, presione a las autoridades para que utilicen todos los medios a su alcance para reducir los precios de los medicamentos que salvan vidas.
“Existen herramientas para oponerse al sistema de patentes, que no permite distribuir ningún genérico de una innovación a bajo precio en 20 años. Una de ellas es la licencia obligatoria, que abre el mercado a la competencia y permite que los precios bajen. ESto puede utilizarse cuando existen motivos de interés público, como una urgencia de salud pública, pero la realidad es que el gobierno no hace uso de estas herramientas”, comenta Aburto.
“Es el momento de abrir un debate, de actuar y de cambiar el sistema. Hay muchas expectativas de próximas llegadas al mercado de fármacos innovadores y, si continuamos así, corre riesgo el sistema público de financiación”, concluye.

Original en http://www.elmundo.es/salud/2016/09/27/57ea5e5ce5fdea495a8b4574.html

jueves, 28 de julio de 2016

Los laboratorios provocan un aumento "sin precedentes" del precio de los tratamientos contra el cáncer

Teguayco Pinto, el diario .es , 28 de julio de 2016

Varios estudios señalan un acuciado encarecimiento en las nuevas terapias contra los tumores lo que pone en riesgo el acceso generalizado
"Llegará el momento en el que habrá que empezar a decidir a quién se trata y a quién no", explica la coordinadora del Instituto de Salud Global Elena Villanueva
Esta institución califica el sistema farmacéutico como "un modelo roto en el que los intereses comerciales priman por encima de cualquier otro"
El actual modelo de innovación farmacéutica resulta ineficaz para asegurar el derecho a la salud
El actual modelo de innovación farmacéutica resulta ineficaz para asegurar el derecho a la salud EFE

La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que uno de cada tres habitantes del planeta carece de acceso en condiciones apropiadas a los medicamentos que necesitan. Hasta ahora esta realidad era casi exclusiva de los países empobrecidos o de aquellos con sistemas de salud precarios. Sin embargo, los elevados precios de algunos tratamientos impuestos por algunas compañías farmacéuticas empiezan a afectar también a pacientes de los estados más ricos: el aldabonazo lo dio la hepatitis C. Pero el proceso se está reproduciendo ahora en la lucha contra el cáncer.
El caso de la célebre cura contra el virus de la hepatitis C sofosbuvir y su marca comercial Sovaldi (del laboratorio Gilead), obligó a países desarrollados, como los europeos o EEUU, a "enfrentar la decisión de ver a quién se trata y a quién no", explica a eldiario.es Elena Villanueva, Coordinadora de Análisis y Desarrollo del Instituto de Salud Global.

Terapias oncológicas

Sin embargo, este solo ha sido el germen de un problema mayor de accesibilidad a los medicamentos por su elevado coste. Según Villanueva, "el siguiente caso será sin duda el precio de los tratamientos de cáncer. Ya se ha visto un crecimiento exponencial del precio y es algo que está a la vuelta de la esquina". Una afirmación que ha sido refrendada por el presidente de la Sociedad Española de Oncología Médica, Miguel Martín Jiménez, quien aseguró en El País que "en poco tiempo no vamos a poder pagar los tratamientos contra el cáncer".
Así lo señalan también dos estudios recientes publicados en sendas revistas científicas, según los cuales se ha producido un "aumento sin precedentes" en esas terapias. En el primero, publicado el pasado mes de abril en la revista de oncología de la Asociación Médica Estadounidense, se analizó la evolución del precio de 32 medicamentos contra el cáncer y se encontró que el valor medio pagado por las aseguradoras y los pacientes por un nuevo medicamento pasó de 1.800 euros en el año 2000 a más de 10.000 en 2014.
El problema afecta sobre todo a los tratamientos personalizados, que son aquellos más costosos y complejos, tal y como señaló otro estudio publicado el pasado mes de mayo en la revista Health Affairs. Hasta ahora muchos de estos productos tenían un precio de salida alto, precisamente debido a las pequeñas poblaciones de pacientes a las que iba dirigido. El razonamiento es que cuanto menor sea el número de pacientes, mayor debe ser el precio de salida para recuperar los costes de desarrollo.
Pero la lógica indica que una vez en el mercado, los nuevos avances y el aumento en el número de pacientes deberían hacer que el precio disminuyera. Sin embargo, "se está viendo que no está pasando esto y que los precios siguen subiendo hasta alcanzar a valores inasumibles", explica Villanueva.
Los autores de este estudio concluyen que para reducir los costos de estos medicamentos habría que afrontar un cambio de modelo y "considerar la implementación de políticas que afectan a los precios, no sólo en el momento del lanzamiento, sino también en los años posteriores".

"Un modelo roto"

Pero el problema de los tratamientos anti cáncer es solo el final de un largo camino. Uno de los primeros escándalos internacionales se produjo por el elevado precio de los tratamientos contra el sida, que los hacía inasumibles en el África subsahariana y que dio lugar a la  Declaración relativa al Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio y la Salud Pública en el año 2001.
Para los científicos del Instituto de Salud Global (ISG), que han realizado una serie de informes en los que se analiza el modelo farmacéutico y los problemas accesibilidad que ha generado, esta declaración fue "un paso adelante en la batalla por el acceso a medicamentos esenciales", ya que se cuestionaba la preeminencia absoluta del interés comercial sobre el interés de los pacientes y permitía la creación de genéricos en zonas especialmente vulnerables.

Sin embargo, este acuerdo resultó "insuficiente" a juicio de los investigadores, ya que dejaba la puerta abierta a nuevos casos de lo que ellos llaman abusos por parte de la industria farmacéutica. Y señalan a la hepatitis C y el Sovaldi como "símbolo de todo lo que no funciona correctamente en el modelo global de innovación farmacéutica y acceso a medicamentos esenciales”, según aparece en uno de los informes.

Sobre ese sistema, indican que ha derivado en "un modelo roto en el que los  intereses comerciales priman por encima de cualquier otro" y aseguran que "hay algo profundamente equivocado en un sistema […] que permite morir a millones de personas cuando el tratamiento que les salvaría la vida puede ser desarrollado, producido y comercializado a un precio que permita cubrir los costes de producción, incluyendo la I+D y un beneficio no abusivo".

Recobrar el control sobre los medicamentos

Al igual que las conclusiones de los estudios anteriores, para los científicos del ISG la solución no puede pasar por dejar la investigación en nuevos medicamentos exclusivamente en manos de la iniciativa privada. "Necesitamos recobrar el control sobre algo tan importante como son los medicamentos, para que ningún gobierno se vea en la situación de tener que decidir a quien se trata y a quien no, dejando morir a unos por encima de otros", explica Villanueva.
Para ello proponen un sistema de incentivos que permita mantener la contribución del sector privado, al tiempo que se garantice el interés público a través de leyes que impidan el abuso de poder y recursos públicos que extiendan la innovación a las enfermedades menos rentables.
"Sería un modelo a base de premios de forma que quien desarrolle un tratamiento o un avance contra una enfermedad en concreto se le pagará una cantidad", explica Villanueva. Según esta investigadora, se debe crear un sistema mediante el cual "el gobierno tenga el control de a cuánto se va a vender el medicamento y durante cuánto tiempo", ya que "a largo plazo será la única manera de asegurar la accesibilidad"

miércoles, 27 de julio de 2016

Médicos del Mundo espera para octubre el fallo de su recurso contra la patente de sofosbuvir

Acta Sanitaria, 27 de julio de 2016

La organización no gubernamental (ONG) Médicos del Mundo ha informado de que espera que para el mes de octubre sea ya público el fallo del recurso que presentó contra la patente del medicamento sofosbuvir, el cual fue interpuesto ante la Oficina Europea de Patentes en el mes de febrero del año 2015. 10 MÉDICOS DEL MUNDO IM-1Con motivo de la inminente celebración este jueves, 28 de julio, del Día Mundial contra la Hepatitis, esta ONG redirigió el foco en la Estrategia Mundial del Sector de la Salud contra las Hepatitis Víricas para 2016-2021, que busca reducir la mortalidad en un 20 por ciento en el año 2020. Es importante alertar “de la necesidad vital que supone el correcto acceso a los medicamentos”, indica, animando a “retomar el debate del acceso a los medicamentos que, en el caso de esta enfermedad, pueden suponer la diferencia entre la vida y la muerte”.

En este contexto, Médicos del Mundo insiste en el citado plan internacional de reciente aprobación en la LXIX edición de la Asamblea Mundial de la Salud, el cual “contiene las primeras metas mundiales con respecto a las hepatitis víricas, entre las que se encuentran la reducción de los nuevos casos de hepatitis B y C en un 30 por ciento”.
“Las principales medidas consistirán en ampliar los programas de vacunación contra la hepatitis B, mejorar la seguridad de las inyecciones, transfusiones e intervenciones quirúrgicas; ampliar los servicios de reducción de daños para consumidores de drogas por vía parenteral y el aumento del acceso al diagnóstico y tratamiento de las hepatitis B y C”, continúa la ONG.
Médicos del Mundo manifiesta, además, que la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el caso de la hepatitis C, “reclama una ampliación de los eficaces tratamientos que ya se conocen, pero que por su elevado precio no son accesibles a muchas de las personas afectadas”. Al respecto, la ONG destaca “la fuerza de la sociedad civil cuando es consciente de sus derechos y exige su cumplimiento, como en el caso de colectivo de personas afectadas por esta enfermedad en España, que lograron que el Gobierno asumiera el coste del tratamiento con los nuevos fármacos, lo que ha supuesto la curación de miles de ellas”.
Plan Estratégico para el Abordaje de la Hepatitis C en España
“El Plan Estratégico para el Abordaje de la Hepatitis C del Ministerio de Sanidad, aprobado en nuestro país, ha ofrecido la posibilidad de acceder a este tratamiento para unos 53.000 pacientes, aunque será preciso vigilar de cerca su cumplimiento”, prosigue la Organización, que insiste en el recurso jurídico presentado contra la patente de sofosbuvir, “por el cual la validez de una patente puede impugnarse, y en caso de éxito, el medicamento puede entrar en competencia con versiones genéricas, que costarían sólo unos 100 dólares en el caso del sofosbuvir”.
“Si bien la utilización de este fármaco en el tratamiento de la hepatitis C es un adelanto terapéutico importante, la molécula misma no es lo bastante novedosa para justificar una patente”, explica la ONG, que insiste en que “Gilead abusa de su patente para exigir unos precios inasumibles por los sistemas de salud”. “La resolución a este recurso está previsto que se produzca en la primera semana de octubre”, informa.
Aliento de la OMS a la actuación internacional
La OMS, a colación de lo expuesto, alienta a los países “a actuar ahora para reducir las muertes por hepatitis víricas”, para lo que anima a “mejorar el conocimiento de estas enfermedades, y aumentar el acceso a las pruebas de detección y al tratamiento”, ya que “sólo una de cada 20 personas que han contraído una hepatitis vírica sabe que están infectada”.
“En su perjuicio, el mundo ha hecho caso omiso de las hepatitis”, lamenta la directora general de este organismo de ámbito internacional, la doctora Margaret Chan, que considera que “es hora de activar una respuesta mundial contra estas enfermedades de una envergadura similar a la impulsada para combatir otras enfermedades transmisibles como la infección por el VIH y la tuberculosis”.
 

miércoles, 20 de julio de 2016

Activistas protestan altos precios de los medicamentos de Gilead en Durban y Sao Paulo

Durban, África del Sur y Sao Paulo, Brasil.
El día de hoy, activistas de todo el mundo se reunieron en la 21ª Conferencia Internacional sobre el SIDA en Durban, Sudáfrica, para protestar frente al stand de Galaad contra los altos precios de los medicamentos vendidos por la empresa, incluyendo sofosbuvir, considerado el que  “cura” la hepatitis C, y Truvada, utilizado en algunos países para prevenir la transmisión del VIH (profilaxis pre-exposición – Prep).
En la víspera de la protesta, Adele Benzaken, representante del Departamento de ETS, SIDA y Hepatitis Viral anunció en la conferencia de Durban, que el Ministerio de Salud proporcionará al final del año Truvada en el Sistema Único de Salud (SUS).
Los activistas llevaban carteles con la frase “#TruvadaLivre” que requiere de Gilead abandono de las solicitudes de patentes registradas en Brasil, que aprobó el caso de drogas puso un monopolio, lo que dificulta caídas de precios. El Grupo de Trabajo sobre Propiedad Intelectual (GTPI), que reúne diversas organizaciones que operan juntos en Brasil y está coordinado por la Asociación Interdisciplinaria del SIDA de Brasil (ABIA), envió hoy una carta a la sede de Gilead en Sao Paulo para la formalización de esta demanda.
“La solicitud de patente de Truvada ya ha sido rechazada en Brasil, pero Gilead está usando todas sus artimañas para revertir esta decisión en la corte. Esta diferencia se perjudica a los productores genéricos que están listos para entrar en el mercado brasileño y afectan principalmente a la respuesta a la epidemia en Brasil que está pasando por un momento muy alarmante “, dice Peter Villardi, coordinador del GTPI, presente en la protesta en Durban.
Aunque se recomienda el año pasado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para todas las personas en situación de mayor exposición a contraer el VIH, la PrEP es una realidad sólo en países como los Estados Unidos, Francia, Sudáfrica e Israel. En Brasil, hay varios grupos que estudian Prep, como PrEP Brasil, realizado por la Universidad de Sao Paulo (USP), la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) y el Centro de Referencia y Capacitación de ETS / SIDA en Sao Paulo. Una de las principales barreras para su uso generalizado en el NHS es la adquisición de la droga. Los precios que se ofrecen por Gilead no se dieron a conocer por el Ministerio de Salud.
El sitio de ANVISA indica que el precio máximo de venta para el gobierno es de R $ 1,256.12 por frasco de 30 comprimidos, lo que equivale a US $ 387,69 (dólar comercial a R $ 3.24). Este precio es 74 veces más alto que el precio internacional más bajo, que es de US $ 5.25 por frasco de 30 tabletas (fabricado por la empresa india Hetero, precalificada por la OMS). Si el medicamento no está patentado en Brasil, todavía existe la posibilidad de adquirir la versión genérica recientemente anunciado por la compañía Blanver, por $ 100 por frasco de 30 tabletas.
Brasil ha registrado un crecimiento de nuevas infecciones por el VIH. Según el informe recientemente publicado por el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH / SIDA ONUSIDA, Brasil registró 44.000 nuevas infecciones por VIH entre adultos en 2015, un 4% más que en 2010. En 2015 Truvada ha generado alrededor de 3 2 mil millones en ingresos para Gilead.
“Estamos especialmente denunciando la avaricia de Gilead, que está tratando de apropiarse de las moléculas que en combinación componen Truvada. Ambos se encuentran en el dominio público en Brasil, las patentes es inmerecida. Las nuevas opciones de prevención, junto con la política pública grave, pueden ser esenciales para revertir no sólo los datos epidemiológicos, sino también el virus del prejuicio que genera desigualdades tan graves. El acceso a este fármaco es un derecho que no puede ser bloqueado por Gilead “, dice Villardi.

http://deolhonaspatentes.org/ativistas-protestam-contra-altos-precos-de-medicamentos-da-gilead-em-durban/

miércoles, 30 de marzo de 2016

El laboratorio del Sovaldi violó patentes para crear sus fármacos contra la hepatitis C


Raúl Rejón, El diario.es 29 de marzo de 2016
 
Un jurado estadounidense ha establecido que la farmacéutica Gilead se aprovechó de hallazgos previos para desarrollar las medicinas que ahora vende a altos precios basándose en su exclusividad

Debe pagar 180 millones de euros a su competidora Merck-MSD, que acaba de recibir autorización para entrar en el masivo mercado de los infectados por este virus

Gilead tiene abiertos procesos para demostrar que su molécula es un avance que merece el blindaje de una patente tanto en India como en Europa

Envases de sovaldi, la píldora contra la hepatitis C.JPG
Envases de sovaldi, la píldora contra la hepatitis C.JPG



La farmacéutica Gilead ha recibido un revés que pone en cuestión la exclusividad que disfruta sobre su medicamentos contra la hepatitis C: Sovaldi y Harvoni. Un jurado estadounidense acaba de establecer que se aprovechó sin permiso de los hallazgos previos ya patentados de otro laboratorio, Merck-MSD, para crear la molécula base de sus productos llamada sofosbuvir. De momento, la factura le cuesta 180 millones de euros.

Desde que Gilead lanzó el Sovaldi a finales de 2013, la empresa ha recibido críticas por el alto precio que impuso a su antiviral que elimina la enfermedad. En España rondó los 35.000 euros por tratamiento y en EEUU salió a 74.000. Siempre lo justificó en el alto valor que aportaba y los años de investigación que conllevó. Estos compuestos fueron la clave para los 28.700 millones de euros que ingresó en 2015.

Sin embargo, casi al mismo tiempo, surgieron dudas sobre si Gilead había conseguido un gran hallazgo o si había aplicado descubrimientos generales anteriores. La patente sobre la molécula sofosbuvir le permite exigir el precio que considere. Pero India no le concedió ese blindaje y, además, tiene pendiente una  decena de reclamaciones ante la Oficina Europea de Patentes.

Millones de afectados por hepatitis C

Con todo, este golpe no le ha llegado desde las iniciativas para conseguir un acceso más universal a los medicamentos. Se ha tratado de un batalla en la guerra por copar parte del mercado farmacéutico gigantesco que representa la hepatitis C: la OMS calcula entre 130 y 150 millones de infectados en el mundo. Más de 400.000 en España.
El veredicto se ha dado en California (EEUU) en medio de la disputa comercial de dos gigantes de la industria farmacéutica: la propia Gilead y Merck-MSD. El fallo considera que la primera aplicó los descubrimientos de la competidora para obtener sus productos. Gilead debe abonar a Merck esos 180 millones por las ventas generadas desde enero de 2015. La denunciante había pedido el 10% de los ingresos totales en ese periodo.
En este caso Merck había blindado algunos "compuestos y metodologías" que luego sirvieron a Gilead  para sintetizar los remedios a base de la famosa molécula sofosbuvir. "Conseguir estos avances supuso muchos años de investigación e inversión", ha subrayado Merck que asegura que su patente le garantizaba "un periodo de retorno para la inversión" y que esto supone "un incentivo para la investigación y el desarrollo".
Aunque la disputa entre laboratorios se encuadra en la carrera comercial, no deja de haber expuesto algunas debilidades del en la posición que disfruta la dueña de los fármacos más exitosos: sin exclusividad se abre la puerta a la producción a precios más bajos.

Medicamentos más asequibles

A finales de febrero pasado, comenzaron las vistas en la Oficina de Patentes de La India que debe decidir si el sofosbuvir –que dio origen a Sovaldi– merece exclusividad. En principio, el país asiático no concedió a Gilead la patente y ahora debe dirimir la oposición presentada por la asociación internacional Iniciativa de Medicamentos, Acceso y Conocimiento.
El abogado especialista en procesos internacionales de patentes Lionel Vial pone una nota de cautela al relacionar ambos casos: "Lo que reclamó Merck-MSD es que sus patentes cubrían la creación de la molécula sofosbuvir mediante una fórmula general" no que la patente de Gilead sea incorrecta.
Al mismo tiempo,  la Oficina Europea ha convocado a Gilead para que defienda su postura en una vista oral los próximos 4 y 5 de octubre. Tiene en contra diez oposiciones, entre ellas, la presentada por Médicos del Mundo, que considera que "la supuesta contribución" de Gilead "no justifica tal recompensa" que impide producir la cura de manera más asequible.

El caso dirimido este mes en EEUU no buscaba universalizar el acceso a los remedios contra la hepatits C. Los infectados por este virus siguen constituyendo un vasto mercado para las farmacéuticas. De hecho, solo el Plan Estratégico Español para esta dolencia prevé un techo de gasto de 786 millones de euros para tratar a 51.900 pacientes destinados a dos únicos laboratorios: AbbVie y Gilead. Ambas farmacéuticas han acordado ir rebajando el precio por tratamiento según se hagan encargos más voluminosos.
De hecho, el laboratorio ganador del caso, Merck-MSD, consiguió el 28 de enero pasado la licencia para comercializar su propio medicamento en EEUU Lo ha llamado Zepatier y pretende entrar con fuerza en el negocio: anuncia que lo venderá por la mitad de lo que marca Gilead. 


sábado, 27 de febrero de 2016

Comienza en India la audiencia por la oposición a la patente del sofosbuvir de Gilead


MSF.es 26 de febrero de 2016

La oposición busca garantizar que millones de personas excluidas de los acuerdos de la farmacéutica estadounidense accedan a medicamentos genéricos asequibles.


Personas con VIH y Hepatitis C muestran su rechazo a la patente © MSF



Hoy comienzan las vistas en la Oficina de Patentes india para determinar si la compañía farmacéutica estadounidense Gilead Sciences merece una patente para el sofosbuvir, un medicamento para tratar la hepatitis C por el que la empresa cobra en la actualidad 1.000 dólares (900 euros) por píldora en Estados Unidos. Este proceso podría tener importantes implicaciones para millones de pacientes que esperan acceder a un precio asequible a un medicamento vital frente a la hepatitis C.

Las comparecencias están relacionadas con la oposición a la patente presentada por los abogados de la Iniciativa de Medicamentos, Acceso y Conocimiento (I-MAK, por sus siglas en inglés) en noviembre de 2013 junto a la Red de Delhi de Personas Positivas (DNP+). En la oposición, los abogados argumentaron que el sofosbuvir es “un avance antiguo" y no cumple con el estándar necesario para ser patentado en India. Médicos sin Fronteras (MSF), que depende de los fármacos genéricos para sus actividades médicas en todo el mundo, apoya este esfuerzo para asegurar que la producción abierta de genéricos de sofosbuvir es posible. Las patentes para el sofosbuvir han sido rechazadas en Egipto, China y Ucrania, y se han presentado otras oposiciones en Argentina, Brasil, Rusia, Tailandia y la Unión Europea.

Pacientes con VIH y hepatitis C se han manifestado en las inmediaciones de la Oficina de Patentes de Nueva Delhi, instando a los funcionarios a no ceder a la presión sobre el Gobierno indio para conceder a ciegas y de forma apresurada patentes a multinacionales farmacéuticas. India continúa bajo la enorme presión de dichas empresas y del Gobierno de Estados Unidos para atenuar sus políticas de patentes con el fin de asegurar que estas se conceden con mucha más facilidad a estas compañías.

"Gilead está cobrando precios abusivos en muchos países y empleando las patentes para impedir que los pacientes de otros estados adquieran versiones igualmente efectivas del medicamento a un precio más bajo”, afirma Loon Gangte, de DNP +. "Estamos ante un racionamiento global del tratamiento. Siento que hemos regresado a los primeros días de la batalla para el tratamiento del VIH, donde los pacientes viven o mueren según el lugar donde viven".

Gilead lanzó en Estados Unidos el sofosbuvir a finales de 2013 a un precio de 1.000 dólares por pastilla (84.000 dólares, unos 76.000 euros, para un tratamiento completo de 12 semanas) La compañía ha fijado precios igualmente altos en países desarrollados. Gilead ha firmado acuerdos de licencia con varios fabricantes indios que han desarrollado y están empezando a comercializar versiones genéricas del sofosbuvir. Sin embargo, estos acuerdos imponen muchas restricciones, incluyendo qué estados pueden tener acceso a los medicamentos producidos bajo estas licencias. Así, excluyen a un gran número de países de ingresos medios que soportan una prevalencia muy alta de hepatitis C. De esta forma, unas 49 millones de personas con hepatitis C, más del 40% de la carga mundial de la enfermedad, carecen de acceso a este medicamento.

"Gilead quiere que el mundo piense que sus acuerdos de licencias han resuelto el problema mundial de acceso a este medicamento. Sin embargo, la misma Gilead pide a países como Tailandia, Malasia y Brasil que paguen miles de dólares por su sofosbuvir cuando las versiones genéricas indias del fármaco ya están disponibles por 335 dólares, unos 300 euros, por un tratamiento completo ", subraya Tahir Amin, abogado y co-fundador de I-MAK. "Estos acuerdos de licencia son una forma de Gilead para controlar a sus competidores en India y un intento de persuadir a la Oficina de Patentes de que merecen una patente para un compuesto que se basa en avances que no son nuevos".

Se estima que en todo el mundo unos 150 millones de personas están infectadas con hepatitis C y 700.000 mueren a causa de la enfermedad cada año. Si no se trata, puede causar cirrosis y cáncer hepático. Los tratamientos previos solo lograban un ratio de curación de un 50% y podían causar efectos secundarios insoportables. El sofosbuvir y otros antivirales de acción directa curan en un periodo de 12 a 24 semanas. Sin embargo, los pacientes tanto de los países ricos como de los menos desarrollados, reciben la misma respuesta: no pueden recibir el tratamiento a causa de su desorbitado precio.

"Gilead afirma que este fármaco tiene un precio basado en el valor que aporta, pero una cura que casi nadie puede permitirse no sirve para nada", denuncia la Dra. Isabelle Andrieux-Meyer, asesora de Hepatitis Viral de MSF. "Hemos comenzado el tratamiento de personas con hepatitis C en varios países y queremos expandir este programa. Sin embargo, solo podemos convencer a los gobiernos para ampliar el tratamiento si este tiene un precio asequible allí donde la gente lo requiere. Las patentes y los acuerdos de licencia restrictivos no deben interponerse en el camino de los esfuerzos de los países de ingresos medios para proporcionar a los pacientes el tratamiento que necesitan para seguir con vida".

India ha sido llamada la ‘farmacia del mundo en desarrollo’ porque produce muchas versiones genéricas asequibles de fármacos patentados en otros lugares. Más del 80% de los medicamentos para el VIH utilizados en los países en desarrollo proceden de India, que tiene la capacidad para producir estos medicamentos merced a una ley de patentes que pone el listón muy alto para que los fármacos reciban la patente. Esto permite a los fabricantes de genéricos competir por el mercado y bajar los precios.

"Medicamentos para la hepatitis C como el sofosbuvir son compuestos relativamente simples y baratos de producir", explica el Dr. Andrew Hill, farmacólogo de la Universidad de Liverpool, que ha publicado un estudio que muestra que el sofosbuvir podría producirse por 101 dólares (91 euros) para un curso de tratamiento de 12 semanas. "Gilead ya ha facturado más de 32.000 millones de dólares (29.000 millones de euros) por las ventas de dos tratamientos para la hepatitis C en poco más de dos años. Solo el año pasado, la compañía obtuvo unos beneficios de 18.000 millones de dólares (16.328 millones de euros) por la venta de estos tratamientos. Las proyecciones de beneficios constantes para los fármacos orales contra la hepatitis C son abrumadoras y no tienen relación alguna con lo que cuesta fabricar estos medicamentos", añade.

miércoles, 3 de febrero de 2016

La peor pesadilla de las grandes farmacéuticas


el diario .es 3 de febrero de 2016





Original : Sara Boseley, The Guardian--


Jamie Love es un activista especializado en cuestionar las leyes de propiedad intelectual y de patentes con las que las multinacionales del sector blindan los altísimos precios de medicinas que podrían salvar la vida de millones de personas.

En una cálida tarde de agosto de 2000, cuatro estadounidenses llegaban a una reunión secreta en un ático del centro de Londres perteneciente a Yusuf Hamied, un multimillonario indio fabricante de medicamentos. Otra sexta persona se uniría a ellos: un empleado francés de la Organización Mundial de la Salud que volaba desde Ginebra tras avisar a sus compañeros de trabajo que se pedía el día libre.


Hamied llevó a sus invitados al comedor de la séptima planta. Este salón tenía vistas a los jardines privados de Gloucester Square, Bayswater, un lugar del que solo los residentes tienen llave. Los seis hombres se sentaron alrededor de una mesa de cristal presidida por un cuadro de caballos galopantes de un artista de Mumbai (Hamied tiene caballos de carreras estabulados en tres ciudades). La discusión, que se prolongó durante toda la tarde y más allá de la cena en el cercano restaurante Bombay Palace, ayudaría a cambiar el rumbo de la historia de la medicina.


El número de personas con VIH/sida en el mundo había alcanzado los 34 millones, muchas de ellas en los países en vías de desarrollo. Hamied y sus invitados buscaban una forma de romper el monopolio que mantenían las compañías farmacéuticas sobre los medicamentos para el sida, y así poder dar acceso a estas medicinas que salvan vidas a quien no podía pagarlas.


Hamied era el jefe de Cipla, una empresa radicada en Mumbai que fundó su padre para hacer copias genéricas baratas de fármacos libres de patentes. Él solo conocía previamente a uno de los hombres: Jamie Love, director del Consumer Project on Technology, una organización sin ánimo de lucro financiada por el activista político estadounidense Ralph Nader. Love estaba especializado en cuestionar las leyes de propiedad intelectual y de patentes. Durante cinco años había estado capitaneando a activistas de perfil alto de organizaciones como Médicos Sin Fronteras en una batalla para demoler la protección de patentes.





El argumento de la industria para proteger las patentes es la inversión hecha en el desarrollo de los fármacos.


Las patentes otorgan protección a las invenciones, garantizando a sus poseedores un periodo de monopolio para recuperar la inversión; en el caso de las empresas farmacéuticas, esto puede ascender a 20 años. Sin competencia, las compañías farmacéuticas pueden cobrar lo que quieran. Love, economista y nerd de patentes confeso, se había enfrentado a políticos, funcionarios y abogados corporativos, protestando contra los injustos monopolios sobre productos que iban desde el software al material de papelería. Su mayor preocupación en ese momento eran los millones de vidas interrumpidas prematuramente por falta de medicinas asequibles. Le había estado haciendo la misma pregunta a todo el que podía, desde las Naciones Unidas hasta el gobierno estadounidense: ¿cuánto cuesta realmente fabricar los medicamentos que permiten a alguien con el VIH seguir con vida?




En 2000, más de 24,5 millones de personas en el África subsahariana tenían sida. Muchas de ellas eran jóvenes, muchas tenían también hijos y no podían permitirse este tratamiento para salvar la vida. Love tenía una palabra para este estado de cosas: racismo.


“Observar a Jamie discutir con funcionarios gubernamentales escépticos es algo intelectualmente bello, porque no hay nadie que pueda rebatirle cuando se pone a funcionar”, dijo en septiembre Nader, en su programa de radio del sur de California. “Jamie es un héroe global. Ha salvado muchísimos miles de vidas venciendo a las grandes farmacéuticas y reduciendo el precio de los fármacos para la gente pobre de otros países”.


Love había volado desde su casa en Washington hasta Londres en compañía de Bill Haddad, un periodista de investigación que había estado nominado para el premio Pulitzer por exponer a un cártel de empresas farmacéuticas que estaba fijando los precios de los antibióticos en América Latina. Haddad era entonces el consejero delegado de una empresa llamada Biogenerics, que fabricaba copias baratas de las medicinas de marca estadounidenses, una vez que estas perdían la protección de patente.


La reunión era confidencial, porque su blanco eran las ricas y poderosas compañías farmacéuticas, que defienden sus patentes con ferocidad. Desde hacía cuatro años, en Estados Unidos y otros países prósperos había existido un cóctel de tres fármacos para tratar a la gente con VIH, con un coste de entre 10.000 y 15.000 dólares al año. Pero en África, un diagnóstico así suponía una sentencia de muerte. En 2000, más de 24,5 millones de personas en el África subsahariana tenían sida. Muchas de ellas eran jóvenes, muchas tenían también hijos y no podían permitirse este tratamiento para salvar la vida. Love tenía una palabra para este estado de cosas: racismo.


El mes anterior al encuentro de Gloucester Square, 12.000 personas de todo el mundo se juntaron en Durban, Sudáfrica, para exigir fármacos asequibles en una feroz y apasionada conferencia, la International Aids Conference. Hubo manifestaciones en las calles y cánticos, danzas y retumbar de tambores en la sala de conferencias. Un juez blanco del tribunal constitucional, Edwin Cameron, se subió a la tribuna para anunciar que era VIH-positivo y denunciar a un mundo en el que él puede comprar su vida pero otros tienen que morir.


Un niño que nació con VIH, Nkosi Johnson, arrancó las lágrimas de la
  gente tras hacer un llamamiento a la aceptación y al entendimiento. Sin tratamiento, murió al año siguiente, con 12 años. Nelson Mandela, el ex presidente, clausuró la conferencia con una llamada a la acción digna de un estadista.





En la reunión de Londres, Love tenía una pregunta para Yusuf Hamied. Estaban sentados alrededor de la mesa de cristal, en mangas de camisa por el calor veraniego: ¿cuánto cuesta fabricar fármacos para el sida?


Hamied fabricaba los antiretrovirales que mantienen a raya al VIH durante un tiempo. En India, gracias a la Ley de Patentes de 1970, en la que su padre había sido decisivo, no se aplicaban las patentes de medicamentos concedidas en EEUU o Europa. Todavía. (El acuerdo de la Organización Mundial del Comercio sobre los derechos de propiedad intelectual relacionados con el comercio, o ADPIC, que exige a todos los países reconocer las patentes internacionales, no entró en vigor en India hasta 2005). El coste de fabricar un fármaco, le respondió Hamied a Love, es poco más que el coste de la materia prima.


Cuando los visitantes volvían a sus hoteles, el plan ya estaba en marcha. Hamied empezaría a fabricar el Triomune, una pastilla diaria barata que combinaría los tres fármacos para el sida que vendían tres fabricantes por separado a precios muy elevados en EEUU y Europa, y la vendería en África y Asia por una pequeña parte de su precio original.


Quince años después, ya no solo es la gente pobre la que no puede permitirse los medicamentos que necesitan. Se están lanzando al mercado global nuevas medicinas para enfermedades mortales, como la hepatitis C o el cáncer, a unos precios tan altos que los países ricos tienen que buscar la manera de racionarlos. Y Jamie Love ha vuelto a la batalla.


Una pelea personal


En 2010, la causa por la que había luchado Jamie Love durante toda su vida se hizo intensamente personal. A su mujer y colega, Manon Ress, le diagnosticaron un cáncer de mama de grado 4. Ress le preguntó a su médico que cuánto tiempo le quedaba. Le respondió que no 10 o 20 años, pero sí probablemente entre 5 y 10. Eso eran buenas noticias. Tiempo suficiente para tener un perro.

Días después del diagnóstico, Ress empezó con la quimioterapia, pero dado que tanto su madre como su hermana habían padecido cáncer, era posible que tuviera una propensión genética heredada a la enfermedad que podría determinar qué tratamiento debía recibir. Hubo retrasos para obtener el resultado de la prueba; probablemente, así lo cree Love, porque estaba patentada.


“Tardamos semanas en recibir el resultado y yo estaba furioso”, confiesa Love. “Te quedas pasmado, sin saber qué demonios está pasando y sin siquiera saber qué significan los grados e intentando comprenderlo todo. Y luego te das cuenta de que el motivo de que no le hicieron la prueba es que el puto precio era tan alto que no la recomendaron antes. Es muy barato realizarla, pero muy cara por la patente. Es un poco locura”.


El cáncer agresivo de Ress respondió al fármaco Herceptin durante un tiempo. Cuando dejó de funcionar, le recetaron T-DM1, comercializada por el gigante farmacéutico suizo Roche con el nombre de Kadcyla. El fármaco tenía un precio en el Reino Unido de 90.000 libras al año, lo que lo convierte en el fármaco para el cáncer de mama más caro que se ha vendido nunca.


“Lo recibo cada tres semanas y tiene muy pocos efectos secundarios; ojos secos, boca seca y dolores articulares”, me cuenta Ress. Eran nimiedades en comparación con la quimioterapia, que le había provocado infecciones, inutilizado los conductos lagrimales y arruinado la vista, que tuvo que corregirse con una operación de cataratas. Y el Kadcyla funcionó al instante. “Inmediatamente, tres tumores desaparecieron. Todavía queda uno en el pulmón, pero se está reduciendo”.


A Love le costaba entender cómo se habían presentado en su puerta las mismas tragedias contra las que había luchado durante toda su vida. Gracias a él y a sus colegas, los fármacos contra el sida son asequibles en todo el mundo, pero los fármacos avanzados contra el cáncer no lo son. Y aunque, gracias a su seguro, Ress puede conseguir unos años más de vida, a ella y a Love les llena de indignación que otras mujeres, incluso en países ricos, no tengan las mismas oportunidades.


Al principio, Ress no quería hablar en público sobre su enfermedad y tratamiento. Pero sabía que una de las razones por las que se ganó la batalla mundial por los tratamientos contra el sida fue la voluntad de la gente de ser abierta sobre su condición de VIH-positivo. Ress decidió que podía ser una activista apasionada. “Es indignante que haya mujeres que no reciban este fármaco según el lugar donde nacieron”, dice. “No debería ser cuestión de suerte”.

Desafiar a un gobierno del primer mundo a enfrentarse a las grandes farmacéuticas era una jugada audaz y sin precedentes. Y, sin embargo, tenía una lógica innegable. El gobierno no podía permitirse pagar por este fármaco a todas las mujeres que lo necesitaban al precio que quería Roche.


La batalla de Ress por sobrevivir hizo cambiar de punto de vista a Love. Eso me contó desde detrás de una pinta de lager en una fría noche londinense, durante la primavera pasada. Se había pasado años centrado en los fármacos que estaban a punto de salir de patente; fármacos que en ese momento tenían casi dos décadas de antigüedad. Pero todos los años se desarrollan fármacos mejores contra el cáncer. Por el bien de las mujeres como su esposa, Love supo que debía trabajar en el acceso a los nuevos fármacos, no solo a los que están a punto de perder la protección de patente.


A sus 66 años, Love sigue teniendo los hombros anchos de un hombre que ha conocido el trabajo físico duro. La noche que nos reunimos, se estaba preparando para presentar su plan radical para recortar el coste del Kadcyla. También estaba deseoso de tener una vídeo llamada con Ress para contarle su participación en la conferencia sobre derechos de propiedad intelectual de Cambridge en la que había estado los dos días anteriores. Ress estaba en Washington DC, donde da paseos de unos 10 km todos los días junto a su querido Airedale terrier.


Después de que el Kadcyla saliera al mercado y tras extensas negociaciones, Roche accedió a reducir su precio. (Los detalles de estas negociaciones son secretos para el público y para los competidores de la compañía). Sin embargo, el NHS (el Servicio Nacional de Salud británico) sigue considerándolo demasiado caro para uso general.


En respuesta a esto, Love concibió un plan. En octubre, una coalición de activistas organizada por Love le envió una carta al secretario de salud Jeremy Hunt, proponiendo una solución tan radical y sorprendente como su plan para los fármacos contra el sida. Love instaba al gobierno británico a anular la patente del Kadcyla, pagarle una indemnización a Roche —un procedimiento llamado licencia obligatoria— y autorizar a una empresa a fabricar copias genéricas baratas.


Desafiar a un gobierno del primer mundo a enfrentarse a las grandes farmacéuticas era una jugada audaz y sin precedentes. Y, sin embargo, tenía una lógica innegable. El gobierno no podía permitirse pagar por este fármaco a todas las mujeres que lo necesitaban al precio que quería Roche. Y si Love podía persuadir al gobierno a que aceptara su plan promulgando una licencia obligatoria para el T-DM1, sentaría un importante precedente; un precedente que podría cambiar para siempre la relación
íntima entre los países ricos y las grandes farmacéuticas.


Una historia de injusticias

Jamie Love nunca ha trabajado para el sistema de salud. Su cruzada por el acceso a los medicamentos empezó al entender bien pronto que la búsqueda de beneficios de las grandes empresas estaba perjudicando a la gente pobre. Tras graduarse en el instituto, Love abandonó su ciudad natal —Bellevue, frente a Seattle, al otro lado del lago— y se fue a Alaska a trabajar en las lonjas. Cuando consiguió su primer trabajo, en una fábrica de conservas, se alojó con un grupo de filipinos. Un mes después le trasladaron al barracón de los trabajadores blancos. “Tenía un alojamiento mucho mejor, un aumento de sueldo, más privilegios y cosas así, y me metieron en un sindicato distinto. Pero llegué a congeniar con los filipinos y me sorprendió la injusticia de todo aquello”, comenta.


Dos años después estaba cobrando el subsidio de desempleo y se puso a buscar trabajo en Anchorage. Allí empezó a percatarse de las vidas destruidas que le rodeaban. “Eran fugados de casa, drogadictos. Estaban fuera del sistema. Así que al final me metí en un proyecto de los servicios sociales. Montamos un consultorio de salud gratuito y luego una clínica dental gratuita, una asesoría legal y otras cosas”.


La gente llegaba a la clínica con síntomas posiblemente cancerosos y decían que no podían encontrar un médico que les examinara porque no tenían seguro y dependían de Medicaid, el sistema de asistencia sanitaria para los pobres financiado por el estado. Love y sus amigos llamaban a todos los médicos que encontraban y les preguntaban si podían admitir a pacientes de Medicaid; luego publicaban listas de nombres en los periódicos locales, deshonrando a los que se negaban. La prensa siguió esta historia con titulares del tipo: “Médicos que le dicen a los pacientes: muéranse”.


Love descubrió que no estaba hecho para el trabajo social. A nivel personal, le costaba sobrellevar las tragedias personales que le rodeaban. Así que se propuso hacerle frente a la pobreza y la injusticia social cambiando el sistema subyaciente. A finales del verano de 1974, montó el Alaska Public Interest Group e hizo campaña para que las empresas petroleras entregaran parte de sus beneficios a la comunidad local.





Al crecer su trabajo de campaña, Love, que solo tenía educación secundaria, creyó que necesitaba una enseñanza más formal y algunas credenciales académicas. Con la ayuda de una recomendación del gobernador de Alaska, entre otras, consiguió saltarse la enseñanza de grado universitario y fue admitido en un programa de posgrado sobre administración pública en la John F. Kennedy School of Government de Harvard. Luego se matriculó en un programa de doctorado de Princeton.


Love conoció a su primera esposa, una artista, en Alaska, con quien tuvo un hijo. Cuando se separaron, Love se vio viviendo solo en Princeton con un niño de cuatro años. Una de sus vecinas de la residencia para estudiantes con familia era una joven francesa, separada de su marido, que también tenía un hijo de cuatro años. Era hija de una artista francesa y un periodista
estadounidense. Su nombre era Manon. “Como la ópera”, bromea Love.


“Nuestros hijos jugaban juntos, así que ella era mi canguro y yo era su canguro”, recuerda Love. “Si ella tenía una cita con alguien, yo cuidaba de su hijo. Si yo quedaba con alguien, ella me prestaba su coche. En cierto momento la llevé al circo y me quedé colado por ella”.


En 1990, Love empezó a trabajar en el Center for Study of Responsive Law, una organización sin ánimo de lucro en defensa de los derechos del consumidor, financiada por Ralph Nader. Love puso el foco en los derechos de propiedad intelectual. En 1995 fundó el Consumer Project on Technology, que ahora se llama Knowledge Ecology International. Trabajó en la investigación sobre la posición monopolística de Microsoft en el mercado de los navegadores web. “Era el único de la oficina con un perfil muy tecnológico, así que lideré la tarea de vencer a Microsoft durante más o menos un año”, afirma Love. “Que es la razón por la que tengo esta mala y profunda relación con Bill Gates”, señala. Años después se enfrentarían por el asunto del acceso a las medicinas: Gates, que ha invertido millones en investigación sobre vacunas, defiende con vehemencia a las patentes como un incentivo para que las compañías farmacéuticas inventen medicinas nuevas y mejores.

Mientras Love escuchaba la explicación del funcionario de la embajada, su enfado empezó a crecer. ¿A eso nos dedicamos en Estados Unidos? ¿A que esta gente pobre pague precios altos por las medicinas? ¿Eso es América, no?’


Desde 1991, Love había estado trabajado intermitentemente en el asunto de qué es un precio razonable para las medicinas. Pero el momento que determinaría el futuro de su carrera llegaría en la primavera de 1994, cuando recibió una invitación de Fabiana Jorge, miembro de un grupo de presión de la industria de medicinas genéricas de Argentina. Argentina, al igual que India y Tailandia, tenía una sólida industria farmacéutica de genéricos que fabricaba versiones baratas de las medicinas inventadas en Norteamérica o Europa. Pero el gobierno argentino estaba recibiendo muchas presiones para que hiciera valer las patentes internacionales sobre las medicinas. El gobierno estadounidense, que tenía muy buenas relaciones con las grandes farmacéuticas, quería que los argentinos implementaran el ADPIC, el tratado sobre los derechos de propiedad intelectual, y evitar así que se pudieran fabricar copias genéricas de los medicamentos.


Jorge estaba reuniendo a toda la gente posible que hubiera sido crítica con las grandes farmacéuticas, incluyendo a un asesor de Bill Clinton de la Casa Blanca, para da una charla en una conferencia en el mes de mayo, organizada por la industria farmacéutica latinoamericana en San Carlos Bariloche, en los nevados Andes. Love aceptó la invitación y, en cuanto él y su equipo llegaron a Buenos Aires, fueron directamente a la embajada estadounidense para exigir una explicación sobre la posición adoptaba por EEUU. Le dijeron que la administración de Clinton estaba presionando a Carlos Menem, el presidente argentino, para promulgar una orden ejecutiva que ratificara las patentes sobre medicamentos.


Mientras Love escuchaba la explicación del funcionario de la embajada, su enfado empezó a crecer. Así recuerda su estallido: “¿Y están ustedes dispuestos a que el presidente de Argentina se convierta en un dictador, a que se salte todas las garantías de un sistema democrático? ¿A eso nos dedicamos en Estados Unidos? ¿A que esta gente pobre pague precios altos por las medicinas? ¿Eso es América, no?’ Es como… ¡tienes que estar de broma! ¡No tenía ni idea! Fue en plan… ¡guau!”


Los siguientes 20 años los dedicaría a luchar por el acceso de los pobres a los medicamentos.


El negocio de los laboratorios

Las grandes farmacéuticas tienen una justificación sencilla para cobrar precios elevados por los medicamentos: cuesta mucho dinero inventar una medicina y llevarla al mercado, así que los precios tienen que ser elevados o las empresas no podrán permitirse darle continuidad a la investigación y el desarrollo (I+D). Los datos que suelen citar las compañías farmacéuticas son del Tufts Center for the Study of Drug Development de Boston, Massachusetts, que se describe como institución académica independiente, a pesar del hecho de que recibe el 40% de su financiación de la industria. En 2000 calculó que el coste de llevar un fármaco al mercado es de 1.000 millones de dólares. En 2014, la cifra había subido a 2.600 millones.


Pero Love y otros activistas cuestionan estos números. Muchos fármacos comienzan su andadura como un destello en los ojos de un investigador de universidad: alguien en el mundo académico tiene una idea brillante y la aplica en el laboratorio. Gran parte de la investigación médica se financia con subvenciones de entidades públicas, como el National Institutes of Health estadounidense o el Medical Research Council británico. Cuando la investigación básica da resultados prometedores, el compuesto se vende, a menudo a una pequeña empresa biotecnológica.


Las grandes farmacéuticas tienen sus propios equipos de investigación de laboratorio pero, con los años, las más grandes han empezado a obtener fármacos nuevos comprando empresas biotecnológicas pequeñas que tienen compuestos prometedores en sus libros. Los activistas afirman que la I+D que se hace en las empresas prósperas más grandes —y el coste— es mucho menor de lo que declaran.


Un comité de gasto del Senado realizó una investigación de 18 meses sobre el coste del nuevo fármaco contra la hepatitis C de Gilead, el Sovaldi. En diciembre de 2015, descubrió que el precio, establecido en 1.000 dólares por pastilla, no reflejaba el coste real de la I+D. Gilead estaba en posición de recuperar mucho más que los 11.000 millones que pagó por absorber a la pequeña empresa biotecnológica Pharmasett, que había desarrollado el Sovaldi y otro tratamiento de continuación, el Harvoni. “El plan de Gilead siempre fue maximizar los ingresos y la viabilidad; la accesibilidad solo fue una idea secundaria”, declaró el senador Ron Wyden en la rueda de prensa que anunciaba estos descubrimientos.


En los casos en los que una empresa inventa y desarrolla un fármaco en su totalidad, hay otros factores que elevan el precio. Se incluye también el coste de desarrollar muchos otros fármacos que pasaron por los ensayos clínicos y no funcionaron; más controvertido es añadir también la publicidad y el marketing.





En 1994, Love trataba de averiguar cómo cuestionar estos factores de coste, mientras Ellen t’Hoen, de Health Action International, en los Países Bajos, organizaba una reunión para averiguar cuáles serían las consecuencias del acuerdo ADPIC. Love le envió un correo electrónico preguntándole si podía asistir y ella le inscribió como ponente. Desde entonces han sido íntimos colaboradores en las campañas de accesibilidad.

“Dejó a todo el mundo pasmado”, cuenta t’Hoen. “Fue una de esas presentaciones visionarias de Jamie, en las que relaciona las patentes con temas de financiación [alternativa] para la I+D. Siempre lleva la delantera. Siempre está pensando en cosas que la mayoría de la gente ni siquiera comprende”.

En los años siguientes, Love se hizo famoso por su formidable conocimiento de las leyes de propiedad intelectual. Sus artículos y entradas de blog en internet se leían por todo el mundo. En1998, Bernard Pécoul, de Médecins Sans Frontières, contactó con él. Love no sabía qué era MSF, pero Ress sí. Están muy bien, le dijo ella; por supuesto que tenía que hablar con ellos.

Se estaba empezando a formar una poderosa alianza contra las grandes farmacéuticas. A finales de 1998 había millones de personas con VIH/sida en Sudáfrica. Allí moría más gente de sida que en ningún otro país. Y sin embargo, en esa época tan crítica, unas 40 empresas farmacéuticas, incluyendo la británica GlaxoSmithKline, emprendieron acciones legales en Pretoria para evitar que el gobierno sudafricano comprara medicinas más baratas en el extranjero. Durante tres años, contrataron a casi todos los abogados de patentes de Sudáfrica y se gastaron millones en preparar el caso que le negaría tratamiento a los pobres en favor del beneficio económico.

Finalmente, en respuesta a las protestas internacionales, las compañías farmacéuticas abandonaron el caso, no sin haber causado antes un daño duradero a su imagen pública. Activistas contra el sida de EEUU y Europa acusaron a estas empresas de tener las manos manchadas de sangre. En esta atmósfera turbulenta, Love tenía claro que si los activistas querían medicinas asequibles de todo tipo para los pobres, debían centrar sus energías en los fármacos para el sida; la opinión pública estaba de su parte y había millones de vidas en juego. “Yo había estado siguiendo el tema del sida pero solo desde la periferia, sin implicarme mucho”, recuerda Love. “Tenía la sensación de que, madre mía, realmente iba a poder hacer algo al respecto”.

Los ensayos habían demostrado que ese cóctel tan caro de tres fármacos antiretrovirales no solo podía mantener con vida a la gente con VIH, sino también mantenerlos lo bastante sanos como para poder vivir y trabajar con normalidad. El precio, de unos 15.000 dólares al año por paciente, estaba fuera de toda consideración en el África subsahariana.

Love pensaba que la forma de abaratar el precio era mediante la licencia obligatoria. Los titulares de las patentes recibirían una indemnización, pero no los enormes beneficios que esperaban obtener.

Al principio, su idea halló mucha resistencia. “Se consideraba que la licencia obligatoria era un mecanismo que nunca se debía utilizar”, dice t’Hoen. Podría ser ilegal y con toda seguridad enfurecería a las grandes farmacéuticas, que la combatiría con abogados. A Love no le importaba. Tenía toda la intención de enfrentarse a las grandes farmacéuticas.

Love había ganado, pero se granjeó enemigos en las empresas que luchaban por defender sus derechos de propiedad intelectual. Descubrió que habían contratado a detectives privados para espiarle. “Un día vino un tipo a tocar a nuestra puerta. Abrimos y dijo: ‘No me conoce. Yo usted sí. Durante los últimos dos años, mi trabajo ha sido seguir todo lo que hace usted a diario”, recuerda Love. Al hombre lo acababa de despedir el PhRMA (Pharmaceutical Research and Manufacturers of America) .

En marzo de 1999, el Consumer Project on Technology de Love fue coanfitrión de un congreso de unas 60 ONG relacionadas con la salud pública y el consumo en el Palais des Nations de Ginebra. El congreso trataba sobre el licenciamiento obligatorio como medio para obtener fármacos para la gente que los necesita y no se los puede permitir. Había pasión y entusiasmo en lo que más tarde la compañía farmacéutica Merck tacharía de “campo de entrenamiento” para destruir las patentes. Había representantes de la oficina de patentes y marcas de EE. UU. y también de las empresas farmacéuticas, gente de la Comisión Europea, de la OMS y activistas contra el sida; todo el que podía verse afectado por el tema quería enterarse de si el congreso fructificaba.

Con las reivindicaciones bien pulidas y dirigidas, los activistas consiguieron una resolución de la Asamblea Mundial de la Salud, la conferencia anual en la que están representados todos los gobiernos y de la que emana normativa. A efectos prácticos, la AMS no solo apoyaba el acceso a los medicamentos, sino también expresamente el licenciamiento obligatorio. Love hizo que la resolución fuera lo más clara y pragmática posible, afima. “De lo contrario, será otra de esas resoluciones roñosas de la AMS que tal como llega se va y nadie le presta mucha atención”.

A veces, él y t’Hoen se frustraban con el nivel de incomprensión que recibía su trabajo sobre los tratados de comercio y los precios de los fármacos. “Una vez me miró y me dijo: ‘Ellen, afrontémoslo, somos nerds de este tema’. Pero eso es parte de su fortaleza. No abandona. Su organización es relativamente pequeña. Si la comparas con una organización como MSF, no es nada. Son un par de personas. Y, sin embargo, la de cosas que han conseguido…”.

Cuando Yusuf Hamied se reunió con Love y con el resto del grupo en agosto de 2000, Hamied dijo que ya estaba fabricando los fármacos necesarios para tratar a la gente con VIH. Estaba preparado para comercializarlos a bajo coste, pero necesitaba garantizarse un mercado. En 1991 ya había fabricado una versión barata del AZT, el primer fármaco contra el sida. Pero tuvo que tirar a la basura 200.000 bolsas del producto, porque el gobierno indio no tenía dinero para comprarlas, ni siquiera al precio de dos dólares diarios. Accedería a fabricar un fármaco de bajo coste para tratar el VIH si sus invitados le ayudaban a promocionarlo.

El mes siguiente, en una reunión de la Comisión Europea, Hamied se ofreció públicamente a fabricar este cóctel de tres fármacos contra el sida por 800 dólares al año. También anunció que su empresa, Cipla, ayudaría a otros países a fabricar sus propios fármacos contra el sida y regalaría el fármaco nevirapina, que evita que las madres trasmitan el VIH a los recién nacidos. Haddad lo describió como un momento en que se podía oír el aliento de la gente abandonando la sala.

Hamied esperó a que su teléfono empezara a sonar, pero las llamadas que esperaba recibir de los gobiernos golpeados por el VIH o de organizaciones donantes para comprar el Triomune nunca se produjeron. “Y un día soleado, el 6 de febrero de 2001”, recuerda Hamied, “yo estaba totalmente desanimado porque no sucedía nada y Jamie me llamó desde Estados Unidos y me dijo que había estado pensando en lo que debíamos hacer. ¿Es posible que reduzcas el precio de los fármamos a menos de 1 dólar al día? Esa fue la idea de Jamie”.

Hamied accedió a ofrecer el cóctel a MSF en África por un dólar al día. Con este precedente, los fármacos contra el sida serían asequibles para los países en vías de desarrollo o para los donantes que quisieran ayudarles.

Love había ganado, pero se granjeó enemigos en las empresas que luchaban por defender sus derechos de propiedad intelectual. Descubrió que habían contratado a detectives privados para espiarle. “Un día vino un tipo a tocar a nuestra puerta. Abrimos y dijo: ‘No me conoce. Yo usted sí. Durante los últimos dos años, mi trabajo ha sido seguir todo lo que hace usted a diario”, recuerda Love. Al hombre lo acababa de despedir el PhRMA (Pharmaceutical Research and Manufacturers of America) y quería hacer saber a Love que lo estaban observando.

La organización de Love tenía dificultades financieras. Al pasar a tratar asuntos globales, la organización de Nader, que se centra en EEUU, dejó de financiarles. Otras fundaciones filantrópicas de EE. UU. se desinvolucraron de las labores sobre propiedad intelectual (Love cree que por presiones de las compañías farmacéuticas y otras corporaciones que habían sido el blanco de sus campañas). Encogieron, redujeron plantilla y empezaron a alojarse en hoteles baratos, pero no se detuvieron.

También copyright

Al final, Manon Ress dejó su trabajo de docencia y se unió a Love en Washington DC. Tuvieron dos hijos, un niño y una niña, además de los dos que ya tenían de relaciones anteriores. Love pasaba mucho tiempo fuera, viajando alrededor del mundo para dar charlas y presionar a los gobiernos. Esto tensionó el matrimonio. Tras una temporada de baches, Ress empezó a trabajar con Love en Knowledge Ecoloy International, haciendo campaña sobre temas de copyright. (Fue Ress quien decidió en 2008 que debían ayudar a la World Blind Union, que luchaba contra las restricciones de copyright sobre los libros, impidiendo su adaptación al braille y a versiones de audio a precios razonables. Ella y Love escribieron el borrador de un tratado que permitiría exenciones al copyright normal de los libros en beneficio de los invidentes, las personas con problemas de visión o con incapacidad de lectura. Les costó cinco años de duro trabajo conseguir que se aprobara).

Tras el diagnóstico de cáncer de Ress, el precio de los medicamentos se hizo algo muy personal para ambos. Love empezó a preguntar a empresas de genéricos si podían fabricar una versión del Kadcyla, o T-DM1. Visitó una empresa argentina que también fabrica en España. Los fármacos biológicos como el T-DM1 están compuestos por biomoléculas como los azúcares o las proteínas, y son complicados de fabricar. Para fabricar un biosimilar —una copia de un fármaco biológico—, es necesario investigar y probar antes.

El gigante farmacéutico suizo Roche lanzó el Kadcyla en el mercado británico en febrero de 2014, al precio de 90.000 libras, el coste medio del tratamiento para un paciente durante 14 meses. Los ensayos habían demostrado que el fármaco extiende la vida de las mujeres con cáncer de mama incurable en al menos seis meses. Pero en abril de 2014, el National Institute for Health and Care Excellence (Nice), que decide qué fármacos tienen una relación coste-rendimiento suficiente para su uso en el NHS (el servicio nacional de salud del Reino Unido), lo descartó. El Cancer Drugs Fund, instaurado por el gobierno en 2010 para proporcionar financiación en los casos en los que el coste de los fármacos para alargar la vida se considera inasumible, cubrió los gastos de estos tratamientos hasta abril de 2015, cuando la NHS England, que gestiona este fondo, declaró que iba a retirar el Kadcyla de la lista.

En ese momento, Love vio la oportunidad de ofrecer este fármaco a precios bajos en un país rico y sentar un precedente para el acceso a medicinas baratas en el resto del mundo.

Love y Ress contactaron con organizaciones benéficas contra el cáncer de mama del Reino Unido y hablaron con expertos de los servicios de salud. El 23 de junio, viajaron en avión, tren y taxi hasta Oxford para hablar de su plan con la Dra. Mohga Kamal-Yanni, de Oxfam, una vieja compañera de las campañas por el acceso a los medicamentos en los países en vías de desarrollo.





Envases de Sovaldi, la píldora contra la hepatitis C de Gilead


Ress entró rápidamente en la pequeña sala de reuniones de la sede central de Oxfam, en el parque empresarial de Cowley. Era pequeña y chic, se encogía de hombros a la francesa y tenía tendencia a gesticular. Llevaba una camisa rosa suelta sobre vaqueros azules, con zapatos rosas y bolso. Era rápida y graciosa y dominaba frecuentemente la conversación. Kamal-Yanni sugirió hospitalariamente que quizás les apetecía dar una vuelta por Oxford en autobús después de la reunión, y luego una comida casera en su casa. “¿Le ves cara de turista?”, preguntó Manon entre risas, señalando a Love, que sonreía tímidamente.

Durante varias horas, la pareja le explicó la propuesta en detalle a Kamal-Yanni. Ella hacía muchas preguntas, entre otras sobre un detalle importante: cómo obtener el apoyo popular en un país donde, a diferencia de EEUU, nadie sabe cuánto cuestan las medicinas. En el Reino Unido, nadie culpa a las farmacéuticas por los precios elevados, le dijo a Love.

Pero Love estaba decidido. El 1 de octubre, hizo su jugada. El secretario de salud, Jeremy Hunt, recibió una carta de la Coalition for Affordable T-DM1, un grupo organizado por Love y Ress que incluía a médicos, pacientes y activistas de EE. UU., Europa y el Reino Unido. Le proponían a Hunt que invalidara la patente sobre el Kadcyla y permitir así fabricar o importar una copia barata. La cláusula sobre el “uso por parte de la Corona” de la Ley de Patentes de 1977 permitiría al gobierno ignorar la patente de Roche y emitir una licencia obligatoria, siempre que se le ofrezca a la empresa una “compensación razonable”. Love había encontrado un resquicio legal e invitaba al gobierno británico a aprovecharlo.

Chris Redd, del Peninsula College of Medicine and Dentistry de Plymouth, uno de los firmantes, creía que esta propuesta permitiría al público británico pedir cuentas al gobierno. “Ahora mismo hay 1500 ciudadanas del Reino Unido viviendo con cáncer de mama que podrían seguir con vida gracias a este medicamento. Todas las soluciones están en ese documento. Lo único que queda por ver es si a nuestro gobierno le interesa más proteger a sus ciudadanos que a los accionistas de una empresa farmacéutica multinacional”, sentencia.


Love no era tan ingenuo para creer que el gobierno le abriría los brazos. Era una idea difícil para un gobierno conservador que respalda a las compañías farmacéuticas y al libre mercado, pero también estaba acorralado, incapaz de asumir el elevado precio de los nuevos fármacos que estaban reclamando los grupos de pacientes y que podían alargar su vida. Audazmente, le propuso al gobierno británico que invirtiera en la investigación, lo que le otorgaría una participación financiera en el fármaco y le aseguraría obtenerlo a precio de coste. Además, después el Reino Unido podría vendérselo a otros países y obtener beneficios.


El 4 de noviembre, el NHS England anunció que el Kadcyla seguiría estando en la lista del Cancer Drugs Fund, tras conseguir que Roche accediera a rebajar los precios después de intensas negociaciones (aunque rehusó decir en qué cantidad). Sin embargo, días después, el Nice anunció su decisión final sobre el fármaco. Seguía siendo demasiado caro para uso general en el NHS. El Nice tiene un límite de hasta 30.000 libras por paciente para un año con buena calidad de vida, o de 50.000 libras para fármacos terminales. El Kadcyla seguía superando ese techo. Por lo tanto, aunque el fondo seguiría financiándolo para pacientes de Inglaterra, los pacientes de otros lugares del Reino Unido se quedarían fuera. Y, de todas maneras, el futuro del Cancer Drugs Fund es incierto.

El gobierno británico sigue sopesando la propuesta de Love. Él no se detiene: viaja frecuentemente a Rumanía para instar a su gobierno a que adopte licencias obligatorias sobre los nuevos fármacos para la hepatitis C; que, con un millón de personas infectadas, podría arruinar a su sistema de salud. Ress va con él a Ginebra o Argentina, cuando hace falta que esté —y cuando puede—, entre sus tres visitas semanales al hospital. Mientras tanto, saca a pasear a su perro. “Creo que mi oncólogo no sabe que los perros pueden vivir hasta siete u ocho años”, observa con ironía. “Pero seguiré aquí para ver nacer a otro nieto; y otra resolución de la Asamblea Mundial de la Salud”.


Traducción de Gabriel Rodríguez Alberich
http://www.eldiario.es/theguardian/peor-pesadilla-grandes-farmaceuticas_0_480502667.html