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martes, 11 de octubre de 2016

La “usura” en el mundo farmacéutico a debate

El trasfondo es es un sistema complejo en el que los precios no los pagan normalmente aquellos que los negocian.
 
DPA.de
Martin Shkreli se convirtió en la encarnación de la codicia empresarial el año pasado cuando se conoció que había multiplicado 55 veces el precio de un medicamento clave para el sistema inmunitario, pero las polémicas prácticas de las empresas farmacéuticas llevan tiempo generando indignación.

De hecho, mientras todos los dardos se dirigían contra el empresario de 32 años, la atención se distrajo de otros casos. Shkreli se convirtió en el objeto del odio en Estados Unidos después de que su empresa de entonces, Turing Pharmaceuticals, comprara el medicamento Daraprim (pirimetamina), que se administra entre otros a pacientes con sida, y aumentara el precio de cada pastilla de 13,5 a 750 dólares.
Mientras que el medicamento se convirtió así en inaccesible para muchos pacientes, Shkreli se dedicó a alardear de su riqueza y a burlarse de los críticos. Pero este método “usurero” no es ninguna excepción en el mundo farmacéutico, de hecho los observadores consideraron que el verdadero escándalo es que el aumento de los precios sea totalmente legal.
Las farmacéuticas son objeto de críticas a menudo en Estados Unidos por subir el coste de las medicinas. Fue el caso hace poco de la firma Mylan, que subió el precio de las inyecciones para la alergia marca EpiPen de 100 a 600 dólares. Para entender por qué la ex empresa de Shkreli o Mylan encarecen de esta forma las medicinas hay que analizar el trasfondo del sector.
Aaron Carroll, profesor de Medicina de la Universidad de Indiana, cree que el caso EpiPen es “paradigmático” de los fallos del sistema de salud en Estados Unidos. En su opinón se trata de una “pesadilla de abastecimiento” por la cual el Gobierno apoya el uso de medicamentos caros sin hacer nada para controlar los costes. “Hay poca competencia y barreras muy grandes para entrar en el mercado, por lo que una empresa puede subir y subir el precio sin grandes resistencias”.
Probablemente Turing y Mylan sean ejemplos extremos, pero también competidores como Pfizer, Biogen, Gilead o Amgen se aprovechan sin pudor de su poder con los medicamentos exclusivos. Mientras que en Europa en general los gobiernos controlan los precios de las medicinas, en Estados Unidos los fabricantes pueden pedir lo que les parezca.
Y su principal cliente es el seguro estatal de salud para ciudadanos ancianos o discapacitados, Medicare, que pese a ello no puede negociar de manera directa los precios. Lo hacen los seguros privados, aunque bajo condiciones estrictas por parte del Estado.
El resultado es un sistema complejo en el que los precios no los pagan normalmente aquellos que los negocian. Y eso beneficia a las farmacéuticas, que justifican los costes alegando sus gastos en investigación y desarrollo. Muchos pacientes obtienen luego descuentos por parte de Medicare, por ejemplo en los programas de salud para los ciudadanos más pobres, y por eso las empresas alegan que los precios “de usureros” sólo existen en el papel.
Carroll cree que esta es una verdad a medias. “El seguro protege a algunos de los costes y permite así los precios más altos”. Pero los pacientes más necesitados son los más afectados por los desembolsos anticipados que en Estados Unidos hay que hacer normalmente para comprar los medicamentos. Si el seguro reembolsará el dinero y en qué medida suele ser un misterio que se resuelve después de un tiempo. “Los pobres son por tanto los primeros que renuncian porque no se lo pueden permitir”, denuncia Carroll.
No hay dudas de que el sistema sanitario de Estados Unidos necesita reformas urgentes, y uno de los grandes desafíos es este poder de las farmacéuticas de imponer sus precios. Es un tema en el que excepcionalmente hasta están de acuerdo los candidatos presidenciales Hillary Clinton y Donald Trump.
Aunque el país es con diferencia el de mayor gasto en salud per cápita del mundo, los resultados son comparativamente malos en relación a otros. En el ránking de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Estados Unidos ocupa el lugar 37, por detrás de Costa Rica y apenas dos puestos por delante de Cuba. 
Fuente: DPA.de
original http://www.sitioandino.com.ar/n/213736/

miércoles, 3 de febrero de 2016

Cómo las farmacéuticas de EE UU frenan la llegada de los genéricos


El País, 2 de febrero 2016

Las grandes compañías estadounidenses pagan a la competencia, compran su producción o gastan más en publicidad que en investigación, según un informe





El Daraprim es un veterano fármaco cuyo componente activo, la pirimetamina, se usa desde hace décadas como profiláctico contra la malaria y para combatir la toxoplasmosis. El verano pasado, la compañía Turing Pharmaceuticals se hizo con sus derechos de venta en EE UU. En horas, un medicamento que valía 13,50 dólares pasó a costar 750. El caso desató una gran polémica en ese país y el fundador de la compañía ha acabado en los tribunales. Pero el del Daraprim es solo el caso más extremo y mediático de las muchas historias en las que las farmacéuticas maniobran para frenar la llegada de los medicamentos genéricos lo antes posible y a un precio asequible, según afirma un informe.

"Las compañías farmacéuticas tienen hoy una única misión: maximizar los beneficios para los accionistas y las bonificaciones para los directivos aún a costa del perjuicio y la muerte de los pacientes", dice el profesor del Centro Anderson para el Cáncer de la Universidad de Texas (EE UU), Hagop Kantarjian. "Se trata de un cambio fundamental en su misión tradicional que era dual: ayudar a los enfermos mientras lograban una beneficios razonables", añade.

Kantarjian y un grupo de colegas, entre los que hay médicos y profesores de derecho expertos en patentes, han publicado un informe con las tácticas que usan las grandes farmacéuticas para retrasar la llegada de los medicamentos genéricos que puedan restar mercado a sus propias formulaciones. El estudio, que se centra en la situación en EE UU, ayuda a entender un fenómeno que parece paradójico: el progresivo incremento del precio de los genéricos. La investigación, publicada en Blood, la revista de la Sociedad Estadounidense de Hematología no se basa en ninguna trama oscura, se apoya solo en datos públicos de la Comisión Federal del Comercio de EE UU, informes de la Comisión Europea o resoluciones judiciales. Así que el relato solo cuenta lo que se sabe y se ha demostrado.

Una de las tácticas es tan imponente como legal. En EE UU, la industria farmacéutica y de la salud es el mayor grupo de presión ante los políticos. Solo en aquel país, el sector dedicó más de 475 millones de euros en 2015 a hacer lobbying, es decir, presión política, según datos del Senado estadounidense. Buena parte de los esfuerzos de lobby de los medicamentos se concentra en endurecer el régimen de patentes y defender la propiedad intelectual e industrial de las grandes compañías estadounidenses en el resto del mundo.



La farmacéutica Cephalon pagó a cuatro compañías de genéricos para que no lanzaran al mercado sus versiones del modafinilo

Pero hay otras tácticas no tan legales. Es el caso de lo que llaman Pay-For-Delay, o pago por retrasar la llegada de los genéricos. Cuando la patente que protege un fármaco de marca está a punto de expirar o, al menos, es cuestionable ante los tribunales, la farmacéutica dueña del medicamento paga a los laboratorios que pensaban sacar un genérico para que no lo hagan. Este mecanismo se puede retorcer aún más: las grandes farmacéuticas denuncian a los pequeños laboratorios por infringir su patente pero, en vez de exigirles una compensación económica, acuerdan pagarles una cantidad a cambio, claro, de retrasar su genérico.

Así, entre finales de 2005 y principios de 2006, la farmacéutica Cephalon firmó cuatro acuerdos con otras tantas compañías de genéricos para que no lanzaran al mercado sus versiones de un medicamento para tratar problemas del sueño y que entonces hacía furor, el Provigil (modafinilo). El año pasado, tras años de litigios, Teva Pharmaceutical Industries (que había comprado Cephalon), acordó con la FTC compensar a aseguradoras, farmacias y usuarios con 1.200 millones de dólares.

Uno de los coautores de este informe, el profesor de la Universidad Rutgers, Michael Carrier, analizó en un estudio previo otra de las artimañas usadas por algunas de las grandes farmacéuticas. Se trata de la introducción o el simple amago de un genérico autorizado por la propia compañía que posee la patente. En principio, esta entrada puede tirar de los precios para abajo pero, como escriben los autores, "la amenaza de la creación de un genérico autorizado sirve como herramienta de coerción". De hecho, en muchos acuerdos se incluye la cláusula de que la detentadora de la patente se compromete a no sacar su propio genérico.



En EE UU, el 'lobby' farmacéutico es el que más dinero gasta en presión política, 500 millones $ en 2015

La FTC, que tiene una sección dedicada solo a vigilar estos acuerdos, estima que el pago por frenar la llegada de los genéricos en cualquiera de sus versiones tiene un coste para la sociedad estadounidense de unos 3.500 millones de dólares al año, su mayoría en forma de sobrecoste de los fármacos.

Aunque el informe se centra sobre todo en la situación de EE UU, el problema del retraso de los genéricos por las maniobras de la industria no es exclusivo de ese país. Desde 2009, la Comisión Europea fiscaliza los acuerdos entre fabricantes de fármacos de marca y genéricos por litigios de patentes. El sexto informe, publicado en diciembre pasado y correspondiente a 2014, desvela que el 39% de los acuerdos incluía alguna limitación de entrada del genérico en el mercado y el 12%, además, añadía algún tipo de compensación por parte de la dueña de la patente.

Uno de los casos más sonados fue el seguido contra la farmacéutica Lundbeck que, en 2002, acordó con cuatro fabricantes de genéricos que retrasarían la llegada de sus fármacos. Una década más tarde, la Comisión Europea impuso una multa a Lundbeck de casi 94 millones de euros. Pero los laboratorios de genéricos también recibieron multas por un total de 52,2 millones de euros. Y es que, como muestra el informe, estos acuerdos benefician a las dos partes.

Materia ha intentado conocer la opinión de este sector en España sobre este informe sin conseguirlo. Ni la patronal de las farmacéuticas ni la asociación sectorial española de genéricos ni la europea,ni tampoco algunos de los mayores fabricantes de genéricos han querido opinar sobre estas prácticas.

"Hay que tener en cuenta que el mercado de los genéricos de EE UU es muy diferente del europeo", recuerda el profesor de trabajo social de la UNED, Miguel del Fresno. En España, por ejemplo, el precio de los genéricos está regulado, lo que desincentiva alguna de las herramientas que usa la industria farmacéutica. Pero, aún así, del Fresno añade otra a la lista. En 2014, este investigador y su colega Antonio López publicaron un estudio sobre la imagen de los genéricos en Internet. Su conclusión principal es que existe "una estrategia de comunicación explícita con un objetivo muy claro: generar percepciones de riesgo a su alrededor para frenar su aceptabilidad social".