¡Qué
sorpresa! Los trabajadores en el Reino Unido, muchos de los cuales han
visto cómo ha disminuido su estándar de vida mientras los más ricos de
su país se vuelven más ricos, le han dado la espalda a la Unión Europea y
a una economía globalizada que les está fallando a ellos y a sus hijos.
No
solo los británicos están sufriendo. Esa economía cada vez más
globalizada, establecida y mantenida por la élite económica del mundo,
le está fallando a la gente en todas partes. Por más increíble que
parezca, las 62 personas más ricas del planeta tienen tanta riqueza como
la mitad más pobre de la población mundial, cerca de 3 mil millones de
personas. El uno por ciento ahora posee más riqueza que el resto del 99
por ciento. Los muy muy ricos disfrutan lujos inimaginables mientras
miles de millones de personas sufren pobreza extrema, desempleo y
carecen de educación, vivienda, agua potable y seguridad social
adecuada.
¿Este rechazo al estado actual de la economía global podría darse en Estados Unidos? Por supuesto que sí.
Durante
mi campaña para la nominación presidencial del Partido Demócrata visité
46 estados. Lo que vi y lo que escuché demasiadas veces fueron las
dolorosas realidades que pasan desapercibidas por la élite política y
los medios.
En
los últimos 15 años, han cerrado cerca de 600.000 fábricas en el país y
han desaparecido más de 4,8 millones de trabajos de manufactura bien
pagados. Gran parte de este problema está relacionado con acuerdos
comerciales desastrosos que animan a las corporaciones a mudarse a
países con salarios más bajos.
A
pesar del gran aumento en la productividad, la media de los hombres
trabajadores en Estados Unidos gana hoy 726 dólares menos que en 1973,
mientras que la media de mujeres trabajadoras gana 1154 dólares menos
que en 2007, después de ajustar la inflación.
Cerca
de 47 millones de estadounidenses viven en la pobreza. Unos 28 millones
no tiene seguro médico y muchos otros tienen malos seguros. Millones de
personas están luchando con niveles escandalosos de deuda estudiantil.
Tal vez por primera vez en la historia moderna, nuestra generación más
joven probablemente tendrá un estándar de vida menor que el de sus
padres. Aún más alarmante: millones de estadounidenses con una educación
deficiente tendrán una esperanza de vida menor que la generación previa
pues sucumben ante la desesperación, las drogas y el alcohol.
Mientras
tanto, en nuestro país el uno por ciento más rico ahora tiene casi
tanta riqueza como el 90 por ciento de los más pobres. Cincuenta y ocho
por ciento de todo el nuevo ingreso se está yendo hacia ese uno por
ciento. Wall Street y los multimillonarios, mediante sus “super-PAC”
(Comités de Acción Política), pueden comprar elecciones.
En
mi campaña, hablé con trabajadores incapaces de ganarse la vida con
apenas 8 o 9 dólares la hora; jubilados que sufren para comprar la
medicina que necesitan aunque reciben 9000 dólares al año en seguridad
social; jóvenes que no pueden pagar la universidad. También visité a
ciudadanos estadounidenses de Puerto Rico, donde el 58 por ciento de los
niños vive en la pobreza y solo un poco más del 40 por ciento de la
población adulta tiene un trabajo o está buscando uno.
Hablemos
claro: la economía global no está funcionando para la mayoría de las
personas en nuestro país ni en el mundo. Este es un modelo económico que
desarrolló la élite económica para beneficiar a la élite económica.
Necesitamos un cambio verdadero.
Pero
no necesitamos un cambio con base en la demagogia, la intolerancia y el
sentimiento antiinmigrante que tanto ha prevalecido en la retórica de
la campaña de la salida de la Unión Europea, y que es fundamental en el
mensaje de Donald Trump.
Necesitamos
a un presidente que apoye vigorosamente la cooperación internacional
que estrecha lazos entre la gente a nivel global, que reduzca el
hipernacionalismo y disminuya la posibilidad de una guerra. También
necesitamos a un presidente que respete los derechos democráticos de las
personas y que luche por una economía que proteja los intereses de los
trabajadores y no solo los de Wall Street, las empresas farmacéuticas y
otros intereses especiales.
Fundamentalmente,
necesitamos rechazar nuestras políticas de “libre mercado” y movernos
hacia un mercado justo. Los estadounidenses no tendrían que competir
contra trabajadores en países que pagan sueldos bajos y que ganan
centavos por hora. Debemos tumbar el Acuerdo Transpacífico. Debemos
ayudar a los países pobres a desarrollar modelos económicos sostenibles.
Necesitamos
acabar con el escándalo internacional en el que las grandes
corporaciones y los más ricos no pagan billones de dólares en impuestos a
sus gobiernos nacionales.
Necesitamos
crear decenas de millones de trabajos a nivel mundial, combatiendo el
cambio climático global y transformando el sistema energético mundial
para que se elimine el uso de combustibles fósiles.
Necesitamos
un esfuerzo internacional para disminuir el gasto militar en el mundo y
abordar las causas de las guerras: la pobreza, el odio, la desesperanza
y la ignorancia.
La
noción de que Donald Trump podría beneficiarse de las mismas fuerzas
que promovieron la salida del Reino Unido de la Unión Europea debería
prender una alarma en el Partido Demócrata en Estados Unidos. Millones
de votantes estadounidenses, como los ingleses que apoyaban el brexit, se sienten comprensiblemente enojados y frustrados con las fuerzas económicas que están destruyendo la clase media.
Estamos
ante un momento clave, donde el Partido Demócrata y el nuevo presidente
demócrata necesitan dejar claro que apoyamos a los que están luchando y
a los rezagados. Debemos crear economías nacionales y globales que
funcionen para todos, no solo para un puñado de billonarios.
Bernie Sanders, senador de Vermont, es un candidato para la nominación presidencial del Partido Demócrata.
http://nyti.ms/29icZKM
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