Costos farmacéuticos representan un
componente cada vez mayor del gasto en atención de la salud.
Dean Baker, Arjun Jayadev y Joseph E.
Stiglitz,
El tiempo (Colombia) 9 de marzo de 2015
La Ley de Atención Médica
Asequible y Protección a los Pacientes, de Estados Unidos –la reforma de
la atención de la salud, conocida como ‘Obamacare’ y marca distintiva
del presidente Barack Obama–, ha logrado ampliar la cobertura del seguro
médico a millones de estadounidenses que no habrían podido tenerlo.
Y, en contra de las advertencias de sus críticos, no ha provocado que aumenten los precios de la atención en la salud.
De hecho, hay esperanzas de que la curva de los precios por fin esté comenzando a disminuir.
No obstante, no es seguro que el ‘Obamacare’ vaya a poder limitar los costos excesivamente altos de la atención médica.
Eso dependerá de las demás políticas de la
administración Obama, sobre todo en una esfera que puede parecer ajena a
este tema: las discusiones en curso con India sobre propiedad
intelectual.
Aquí parece que Obama está decidido a socavar
su propia reforma, que es su marca distintiva, debido a la presión del
poderoso lobby farmacéutico.
Los costos farmacéuticos representan un componente cada vez mayor del gasto en atención de la salud de Estados Unidos.
En efecto, la proporción de gastos en
medicamentos en el PIB casi se ha triplicado en apenas 20 años. Así,
pues, reducir los costos de la atención a la salud requiere mayor
competencia en la industria farmacéutica, y eso significa permitir la
fabricación y distribución de medicamentos genéricos.
En cambio, la administración Obama está
buscando un acuerdo con India que debilitaría la competencia que
representan los genéricos y, de este modo, haría que los medicamentos
que pueden salvar vidas fueran inasequibles para miles de millones de
personas en India y en otros lugares.
Esto no es una consecuencia involuntaria de
una política que, por lo demás, tuviera buenas intenciones; es el
objetivo explícito de la política comercial de Estados Unidos.
Las grandes compañías farmacéuticas
multinacionales han estado trabajando desde hace mucho para bloquear la
competencia de los genéricos. Sin embargo, el enfoque multilateral, a
través de la Organización Mundial del Comercio (OMC), ha resultado menos
efectivo de lo que esperaban, así que ahora están tratando de conseguir
ese objetivo mediante acuerdos bilaterales y regionales.
Las recientes negociaciones con India – la
principal fuente de genéricos para los países en desarrollo– son parte
esencial de esta estrategia. En los años setenta, India abolió las
patentes farmacéuticas y creó una industria de genéricos avanzada y
eficiente, capaz de facilitar medicamentos baratos a todo el mundo en
desarrollo.
Eso cambió en el 2005, cuando el Acuerdo sobre
los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual Relacionados con
el Comercio (Acuerdo sobre los Adpic), de la OMC, obligó a India a
permitir las patentes.
Plan B de farmacéuticas
El acuerdo que el presidente Barack Obama busca
con India debilitaría la competencia de los genéricos, según los
autores. Foto: Archivo / EL TIEMPO.
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Sin embargo, en opinión de la industria farmacéutica, el Acuerdo sobre los Adpic no fue suficiente.
Por lo tanto, el deseo del Gobierno de India
de mejorar sus relaciones comerciales con Estados Unidos da a la
industria una oportunidad ideal para complementar lo que los Adpic no
cubrieron y obligar a India a facilitar la obtención de patentes y a
reducir la disponibilidad de los genéricos de bajo costo.
Parece que el plan está funcionando hasta ahora.
En otoño, durante su visita a Estados Unidos,
el primer ministro indio, Narendra Modi, estuvo de acuerdo en que se
estableciera un grupo de trabajo para revaluar la política de patentes
del país.
Los participantes estadounidenses en el grupo
estarán dirigidos por la Oficina del Representante de Estados Unidos
para las Cuestiones Comerciales, que promueve los intereses de las
compañías farmacéuticas y no, por ejemplo, por la Academia Nacional de
Ciencias (National Academy of Sciences), la Fundación Nacional de
Ciencias (National Science Foundation) o la Agencia Nacional de
Investigación Médica (National Institutes of Health).
¿Cómo puede India hacer reforzar su sistema de
patentes? Para empezar, podría flexibilizar la definición de lo que es
un producto ‘novedoso’ y que, por lo tanto, merece protección en materia
de propiedad intelectual. Actualmente, India establece condiciones muy
estrictas, y como resultado niega patentes para combinaciones nuevas de
compuestos que ya existen.
India también podría dejar de emitir licencias
obligatorias –un país puede forzar a un inventor a dar licencia de
producción sobre su innovación a otro u otros fabricantes– para permitir
que otras empresas produzcan el medicamento de un titular de patente a
cambio de un derecho –práctica permitida en el marco del Acuerdo sobre
los Adpic, pero que es un anatema para la industria farmacéutica–.
La política actual de India permite que los
medicamentos se vendan a una fracción del precio monopólico fijado por
los titulares de las patentes.
Por ejemplo, un tratamiento con el medicamento
Sovaldi, que se utiliza contra la hepatitis C, se vende en Estados
Unidos por 84.000 dólares.
Los fabricantes indios pueden vender la versión genérica (profitably) por menos de 1.000 dólares por tratamiento.
El precio genérico significa, de cualquier
modo, un gasto enorme para quienes ganan apenas unos dólares al día,
pero, a diferencia del precio en Estados Unidos, es algo que muchos
gobiernos y organizaciones de ayuda pueden pagar.
Este no es, en absoluto, un ejemplo aislado.
Los medicamentos genéricos de bajo costo han hecho posible dar
tratamiento a decenas de millones de pacientes infectados de VIH/sida en
el mundo en desarrollo.
De hecho, la decisión de las principales
compañías farmacéuticas de poner algunos medicamentos a disposición de
los pobres a precios bajos se debe en parte a la amenaza de la
competencia de los genéricos de India.
Si Estados Unidos obliga a India a reforzar
sus reglas sobre patentes hasta que se asemejen más a las normas
estadounidenses, la meta de las empresas farmacéuticas se pondría en
riesgo.
Naturalmente, si el estricto régimen de
patentes de Estados Unidos fuera la mejor forma de promover la
innovación en la industria farmacéutica, como sostienen sus defensores,
la política de la administración Obama hacia India tal vez podría
justificarse. Pero eso no es así.
Puesto que las patentes son básicamente
monopolios concedidos por los gobiernos, estas generan las mismas
ineficiencias y conducta interesada en ganancias que cualquier otra
distorsión del mercado.
Una patente que aumenta el precio de un
medicamento cien veces tiene el mismo efecto en el mercado que un
arancel del 10.000 por ciento.
En casos así, las empresas farmacéuticas
tienen incentivos poderosos para desinformar a los médicos y al público
sobre la seguridad y eficacia de sus productos e, incluso, promover sus
medicamentos para usos inapropiados mediante pagos complementarios, y
con ello persuadir a los doctores a recetarlos.
Asimismo, la investigación promovida por una
patente impulsa la opacidad de información, pues las compañías solo
revelan la información necesaria para adquirir la patente.
Sin embargo, la transparencia es crucial para que haya un avance científico efectivo.
Muchos economistas, incluidos los autores, han
sugerido una variedad de alternativas a la I+D promovida con las
patentes que eviten estos problemas.
Si la administración Obama logra obligar a
India a fortalecer sus reglamentación de patentes, el cambio no solo
dañaría a ese y a otros países en desarrollo, sino que también
consagraría un sistema de patentes manifiestamente corrupto e
ineficiente en Estados Unidos, donde las compañías aumentan sus
ganancias eliminando a la competencia –dentro y fuera del país–.
Después de todo, los genéricos de India a
menudo se convierten en la opción más asequible en el mercado
estadounidense una vez han vencido las patentes.
Obama hizo bien en impulsar una reforma de los servicios de salud que resultaría en mayor acceso y eficiencia del sector.
En sus negociaciones con India, la
administración Obama está emprendiendo una política que desafía estos
objetivos, y que tiene consecuencias no solo para India y Estados
Unidos, sino también para el mundo.
DEAN BAKER, ARJUN JAYADEV Y JOSEPH E. STIGLITZ*
* Dean Baker es codirector del Centro de Investigación Económica y de Política en Washington, D. C.
* Dean Baker es codirector del Centro de Investigación Económica y de Política en Washington, D. C.
Arjun Jayadev es profesor de Economía en
la Universidad de Massachusetts (Boston) y coeditor de ‘Journal of
Globalization and Development’.
Joseph E. Stiglitz es premio nobel de
Economía, profesor de la Universidad de Columbia y exvicepresidente del
Banco Mundial.
Traducción de Kena Nequiz. © Project Syndicate 2015.
Nueva York.
Nueva York.
nota original: http://bit.ly/19ec75M
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