Infac
Volumen 22, No 10, 2014
Información farmacoterapéutica de la
comarca
16 de marzo de 2015
Introducción
La agitación en un paciente anciano se
puede desencadenar ante diversas situaciones clínicas,
principalmente asociadas a la demencia y
al delirium1.
Aunque el deterioro cognitivo es el
rasgo clínico fundamental de la demencia, los síntomas no
cognitivos o síntomas conductuales y psicológicos de la demencia
son prácticamente universales en estos pacientes en algún momento
de la evolución de la enfermedad y, con frecuencia,
dominan el cuadro clínico. Entre estos
síntomas se incluyen: agitación,
agresividad, alucinaciones, ideas
delirantes, vagabundeo, humor deprimido, ansiedad, insomnio,
conductas intrusivas o inapropiadas, etc.2,3.
Por otra parte, el delirium es un
síndrome agudo que puede ocurrir en
el contexto de una función
cognitiva premórbida o bien complicar una
demencia. Se caracteriza
por un cuadro confusional, con alteración del
nivel de conciencia,
la atención y la función cognitiva, que se desarrolla habitualmente
en horas o días, y se desencadena típicamente por
causas médicas
(metabólicas, infecciosas, deshidratación, enfermedad
orgánica,
fármacos, etc.) o por cambios del entorno habitual del paciente1. Su
presentación es variable en forma de delirium hiperactivo,
hipoactivo o mixto4. Los trastornos en la conducta psicomotora y en
el ritmo sueño-vigilia, con insomnio nocturno, evocan la llamada
agitación, pero existen también formas de delirium hipoactivas, que
se
caracterizan por el enlentecimiento, el
aletargamiento y la hipersomnia.
Si bien en ocasiones el diagnóstico
diferencial entre la demencia y el delirium no es sencillo, el inicio
agudo, el curso fluctuante,
la disminución de la atención, el
pensamiento desorganizado y el nivel de conciencia alterado orientan
al diagnóstico de delirium, que es un cuadro potencialmente
reversible5.
La agitación conlleva una pérdida
importante de la calidad de vida del paciente, debido no sólo al
propio proceso, sino también al conjunto de estrategias para
tratarlo, pues por una parte, se tiende a aislar y sobremedicalizar
al paciente y, por otra,
la sobrecarga del cuidador puede influir en
la calidad de la atención que el paciente reciba. Por todo ello, es
una situación que
con frecuencia lleva a la claudicación familiar,
siendo motivo de institucionalización 6,7.
El objetivo de este boletín es revisar
el manejo de este problema, destacando las medidas preventivas y las
intervenciones no
farmacológicas, así como las ventajas e
inconvenientes del tratamiento farmacológico.
El número completo disponible en:
http://bit.ly/1BMg7oD
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