Juan Manuel Karg*
ALAI AMLATINA, 06/01/2014.-
El tablero
político de América Latina se sacudió estos últimos años con la
aparición de la Alianza del Pacífico, bloque regional constituido
por México, Colombia, Perú y Chile. No es casual: se trata de
cuatro países que tienen Tratados de Libre Comercio con EE.UU., y
cuyos últimos gobiernos han sido mayormente conservadores: Peña
Nieto en México, Santos en Colombia, Humala en Perú y Piñera en
Chile. ¿Cuáles son sus principios organizativos? ¿Qué tipo de
integración buscan estos países?
A través de la “Declaración de
Lima”, primer documento del bloque, los países miembros señalan
la necesidad de “avanzar progresivamente hacia el objetivo de
alcanzar la libre circulación de bienes de servicios, capitales y
personas”. Esta idea de integración llevó a que el bloque forme
el Consejo Empresarial de la Alianza del Pacífico (CEAP), entre
cuyas funciones está elevar a los respectivos gobiernos
“recomendaciones y sugerencias para la mejor marcha del proceso de
integración y cooperación económica-comercial entre nuestros
países”.
¿Cuál es la visión que hay tras
esto? La noción de que la integración entre los países sólo debe
ser comercial, económica, y financiera, sin tener implicancias de
unión en lo político, lo social, lo cultural. Esto es, sin lugar a
dudas, una falacia, ya que detrás de toda acción –o inacción- en
lo económico hay política. Hasta el neoliberalismo más ortodoxo de
los ´90 se amparó en una política bien definida: la “reforma”
del Estado en busca de su achicamiento, con el consiguiente
desmantelamiento del aparato productivo, entre otros efectos.
Ahora bien, y relacionado con esto
mismo, la creación de la Alianza del Pacífico ha tenido rápidas
repercusiones en los organismos multilaterales de crédito. Uno de
sus máximos exponentes, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID),
entregó “apoyo técnico a los gobiernos y representantes
empresariales”, tal como figura en su página web. Vale recordar
que EE.UU. cuenta con más del 30% del paquete accionario del BID,
siendo fundador del mismo y garantizando su funcionamiento mediante
su sede en Washington. El país que gobierna Barack Obama, además,
es miembro observador de la Alianza del Pacífico, lo que cierra un
círculo de intereses en común entre ambos.
Las críticas a la integración
propuesta por la Alianza del Pacífico
Numerosos políticos e intelectuales
han realizado críticas a la conformación de la Alianza del
Pacífico, con similares perspectivas: la denuncia a un intento de
“paralización” de la integración regional –y su subordinación
a Washington- como los principales motivos para oponerse a este
bloque emergente.
Para el vicepresidente boliviano Álvaro
García Linera, esta alianza de países “parece estar puesta para
bloquear esta mirada hermanada del continente”, al haber nacido
“muy fuertemente vinculada a los intereses de EE.UU” tal como
declaró en diciembre pasado en España. Tras ello, explicó su
visión sobre la integración, al decir que "somos un
continente, somos hermanos de historia. Nos necesitamos mutuamente.
Los mejores resultados para nuestros países van a venir si nos
fusionamos en un gran horizonte compartido".
El presidente ecuatoriano Rafael Correa
fue más enfático: señaló la existencia de una “reconstitución”
de la derecha en el continente, expresada en cierta forma por estos
países, al no proponerse “crear una gran sociedad con ciudadanos
de la región; sino crear un gran mercado, crear consumidores”.
El dilema integracionista:
¿subordinación o autonomía?
Los próximos 30 días de América
Latina y el Caribe serán importantes en lo relativo a la integración
regional: en La Habana, Cuba, se realizará la II Cumbre de la
Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños –CELAC-, el 28 y
29 de enero; y, a su vez, el 31 de este mismo mes, en Caracas,
Venezuela, tendrá lugar la XLVI Cumbre Presidencial del Mercosur.
Sin intentar perder iniciativa, y mostrando su dinamismo, los
presidentes de la Alianza del Pacífico planifican una reunión en
Cartagena de Indias, Colombia, para el 10 de febrero. Como se ve, las
frías agendas diplomáticas guardan también una disputa central
sobre las relaciones que deben darse, entre sí, los países de
nuestro continente.
Para finalizar, son necesarias algunas
preguntas de cara al futuro cercano de nuestro continente: ¿Puede un
bloque que, en teoría, busca la integración de los países de
América Latina y el Caribe, actuar subordinado a los intereses de
los organismos multilaterales de crédito como el BID? ¿Cuál son
las motivaciones ideológicas de estos países para no integrar
mecanismos de integración económica, política y social ya
existentes, como CELAC, Unasur, Mercosur o ALBA? ¿Hasta dónde
llegará este intento de intentar paralizar –y paralelizar- las
herramientas de integración autónomas que, durante estas últimas
décadas, se han dado nuestros pueblos o gobiernos?
El 2014 que acaba de comenzar podrá
brindarnos algunas respuestas a estos interrogantes, a la luz de las
próximas cumbres presidenciales, cuyos acuerdos nos darán mayores
elementos para comprender los años venideros en la integración de
nuestro continente.
* Juan Manuel Karg es Licenciado en
Ciencia Política UBA, Investigador Centro Cultural de la Cooperación
enlace original
http://alainet.org/active/70253
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