(http://medicamentos-comunidad.blogspot.com/2013/03/mala-farma-precaucion-la-industria.html)
Las diez peores prácticas de la industria farmacéutica, según Ben
Goldacre
Antonio
Martínez La Información, , 07/04/13
El divulgador británico denuncia en su libro
“Mala farma” las conductas irregulares de las farmacéuticas.
La
ocultación de los resultados negativos cuesta cada año muchas vidas, denuncia
en su libro.
1. El 90% de los ensayos clínicos publicados son patrocinados por la
industria farmacéutica. Este es el principal motivo
por el que todo el sistema de ensayos clínicos está alterado, según Goldacre, y
por el que se producen el resto de problemas.
2. Los resultados negativos se ocultan sistemáticamente a la sociedad. "Estamos viendo los resultados positivos y perdiéndonos los
negativos", escribe Goldacre. "Deberíamos comenzar un registro de
todos los ensayos clínicos, pedir a la gente que registre su estudio antes de
comenzar e insistir en que publiquen sus resultados al final". En muchos
casos, denuncia el autor de "Mala Farma", las farmacéuticas se
reservan el derecho de interrumpir un ensayo y si ven que no da el resultado
esperado, lo detienen. Asimismo, obligan a los científicos que participan en
estos estudios a mantener en secreto los resultados. Y esta práctica tiene de
vez en cuando consecuencias dramáticas.
En los años 90, por ejemplo, se realizó un ensayo con una sustancia
creada contra las arritmias cardíacas llamada Lorcainida. Se selección a 100
pacientes y la mitad de ellos tomó un placebo. Entre quienes tomaron la
sustancia hubo hasta 9 muertes (frente a 1 del otro grupo), pero los resultados
nunca se publicaron porque la farmacéutica detuvo el proceso. Una década
después, otra compañía tuvo la misma idea pero esta vez puso la Lorcainida en
circulación. Según Goldacre, hasta 100.000 personas murieron innecesariamente
antes de que alguien se diera cuenta de los efectos. Los investigadores que
habían hecho el primero ensayo pidieron perdón a la comunidad científica por no
haber sacado a la luz los resultados.
"Solo la mitad de los ensayos son publicados", escribe
Goldacre, "y los que tienen resultados negativos tienen dos veces más
posibilidades de perderse que los positivos. Esto significa que las pruebas en
las que basamos nuestras decisiones en Medicina están sistemáticamente sesgadas
para destacar los beneficios que un tratamiento proporciona".
3. Las farmacéuticas manipulan o maquillan los resultados de los
ensayos. En muchas ocasiones los propios ensayos están mal diseñados: se toma una
muestra demasiado pequeña, por ejemplo, se alteran los resultados o se comparan
con productos que no son beneficiosos para la salud. Goldacre enumera multitud
de pequeñas trampas que se realizan de forma cotidiana para poner un
medicamento en el mercado, como elegir los efectos de la sustancia en un
subgrupo cuando no se han obtenido los resultados esperados en el grupo que se
buscaba al comienzo.
4. Los resultados no son replicables. Lo más
preocupante para Goldacre es que en muchas ocasiones, no se puede replicar el
resultado de los estudios que se publican. "En el año 2012", escribe
Goldacre, "un grupo de investigadores informó en la revista Nature de su
intento de replicar 53 estudios para el tratamiento temprano del cáncer: 47 de
los 53 no pudieron ser replicados".
5. Los comités de ética y los reguladores nos han fallado. Según Goldacre, las autoridades europeas y estadounidenses han tomado
medidas ante las constantes denuncias, pero la inoperancia ha convertido estas
medidas en falsas soluciones. Los reguladores se niegan a dar información a la
sociedad con la excusa de que la gente fuera de la agencia podría hacer un mal
uso o malinterpretar los datos. La inoperancia lleva a situaciones como la que
ocurrió con el Rosiglitazone. Hacia el año 2011 la OMS y la empresa GSK
tuvieron noticia de la posible relación de este medicamento y algunos problemas
cardíacos, pero no lo hicieron público. En 2007 un cardiólogo descubrió que
incrementaba el riesgo de problemas cardiacos un 43% y no se sacó del mercado
hasta el 2010.
6. Se prescriben a niños medicamentos que solo tienen autorización para
adultos. Este fue el caso del antidepresivo Paroxetine. La compañía GSK,
según Goldacre, supo de sus efectos adversos en menores y permitió que se
siguiera recetando al no incluir ninguna advertencia. La empresa supo del
aumento del número de suicidios entre los menores que la tomaban y no se hizo
un aviso a la comunidad médica hasta el año 2003.
7. Se realizan ensayos clínicos con los grupos más desfavorecidos. A menudo se ha descubierto a las farmacéuticas usando a vagabundos o
inmigrantes ilegales para sus ensayos. Estamos creando una sociedad, escribe,
donde los medicamentos solo se ensayan en los pobres. En EEUU, por ejemplo, los
latinos se ofrecen como voluntarios hasta siete veces más para obtener
cobertura médica y buena parte de los ensayos clínicos se están desplazando a
países como China o India donde sale más barato. Un ensayo en EEUU cuesta
30.000 dólares por paciente, explica Goldacre, y en Rumanía sale por 3.000.
8. Se producen conflictos de intereses: Muchos de
los representantes de los pacientes pertenecen a organizaciones financiadas
generosamente por las farmacéuticas. Algunos de los directivos de las agencias
reguladoras terminan trabajando para las grandes farmacéuticas en una relación
bastante oscura.
9. La industria distorsiona las creencias de los médicos y sustituyen
las pruebas por marketing. Las farmacéuticas, denuncia
Goldacre, se gastan cada año miles de millones para cambiar las decisiones que
toman los médicos a la hora de recetar un tratamiento. De hecho, las empresas
gastan el doble en marketing y publicidad que en investigación y desarrollo,
una distorsión que pagamos en el precio de las medicinas. Las tácticas van
desde la conocida influencia de los visitadores médicos (con las invitaciones a
viajes, congresos y lujosos hoteles) a técnicas más sibilinas como la
publicación de ensayos clínicos cuyo único objetivo es dar a conocer el
producto entre muchos médicos que participan en el proceso. Muchas de las
asociaciones de pacientes que negocian en las instituciones para pedir
regulaciones reciben generosas subvenciones de determinadas empresas
farmacéuticas.
10. Los criterios para aprobar medicamentos son un coladero. Los reguladores deberían requerir que un medicamento sea mejor que el
mejor tratamiento disponible, pero lo que sucede, según Goldacre, es que la
mayoría de las veces basta con que la empresa pruebe que es mejor que ningún
tratamiento en absoluto. Un estudio de 2007 demostró que solo la mitad de los
medicamentos aprobados entre 1999 y 2005 fueron comparados con otros
medicamentos existentes. El mercado está inundado de medicamentos que no
procuran ningún beneficio, según el autor de “Mala Farma”, o de versiones del
mismo medicamento por otra compañía (las medicinas "Yo también) o
versiones del mismo laboratorio cuando prescribe la patente (las medicinas
"Yo otra vez"). En esta última categoría destaca el caso del
protector estomacal Omeprazol, de AstraZeneca, que sacó al mercado un producto
con efectos similares, Esomoprazol, pero diez veces más caro.
Nota original
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