Aunque es obligatorio desde 2002, sólo
entre el 20% y el 25% de las prescripciones de remedios se hace por
el nombre de la droga; en 2003, esa práctica llegaba al 71%
Fabiola Czubaj LA NACION, 21 de julio
2014
En la práctica, la obligación de
recetar un medicamento por el nombre de la droga (genérico) cayó en
desuso. Mientras que al año siguiente de la sanción de la ley de
prescripción por nombre genérico, en 2003, el 71% de las
prescripciones llegaba al mostrador de la farmacia con el nombre
genérico, hoy ese porcentaje no supera el 25 por ciento. La mayoría
de los médicos indica la marca que hay que comprar.
Ante la falta de un relevamiento
oficial, LA NACION consultó en una decena de farmacias de distintos
barrios porteños y localidades bonaerenses, donde el diagnóstico
resultó coincidente: una de cada cuatro recetas que presentan los
clientes incluye sólo el nombre del principio activo. Ya en 2011, el
porcentaje había descendido al 20%, según mostró entonces un
relevamiento hecho a pedido de la industria farmacéutica.
"Recetar por nombre genérico era
sólo el comienzo de una política para regular el mercado de
medicamentos. Además, había que fomentar un mercado de genéricos,
que la Argentina aún no tiene, excepto para muy pocos productos,
como los que se utilizan para tratar el VIH/sida", sostiene Aldo
Neri, ex ministro de Salud.
El Sindicato Argentino de Farmacéuticos
y Bioquímicos (Safyb) calcula que la sustitución por nombre
genérico no supera actualmente el 9% de las ventas, en comparación
con el 45% en los países desarrollados con una legislación similar.
"El mercado de medicamentos
necesita estar fuertemente regulado en todos los aspectos y eso aquí
no ocurre -asegura Neri-. Hay que avanzar con un conjunto de
criterios que el Gobierno de ninguna manera implementó,
probablemente por la resistencia de la industria farmacéutica y,
además, por algunos rasgos culturales de nuestro consumo que abarcan
a los médicos que los recetan y a los usuarios que los consumen."
Carlos Vassallo, profesor de economía
de la salud de la Universidad de San Andrés (Udesa), coincide. La
ley de genéricos "fue una medida de corto plazo no pensada como
una política estructural para cambiar un mercado de medicamentos muy
concentrado. Después de la crisis de 2001, el principal aliado era
la gente, que iba a la farmacia y tenía información suficiente para
pedir el medicamento más barato. Esto evitó que los precios se
dispararan. Pero cuando la población comenzó a recuperar su poder
adquisitivo, volvió a la marca".
Desde el Safyb explican que cuando la
farmacia entrega una receta con una sustitución, los prestadores
imponen lo que Marcelo Peretta -secretario general del sindicato-
considera "una penalidad", en referencia a la demora en la
auditoría de la receta para abonar la diferencia del copago, la
autorización recién a 120 días o la devolución de la receta
rechazada "porque está alterada".
La desconfianza en el producto similar
más económico, la falta de difusión de los controles de calidad y
la automedicación con productos de venta bajo receta son
característicos de nuestro consumo de medicamentos. Una encuesta
mostró el año pasado que más del 90% de los usuarios no cambiaría
la sugerencia del médico por una versión similar y hasta un 50% más
económica.
En las farmacias es común que los
clientes entreguen la receta y pregunten el precio. El empleado se
acerca a la computadora, responde y a veces ofrece opciones más
económicas. Las reacciones no varían demasiado: piden la marca que
indicó el médico o preguntan si las versiones más económicas
tienen el mismo efecto. Para enfermedades crónicas o si el usuario
es un chico, rara vez los clientes alteran la indicación médica.
Juan Manuel Gregorio ejerce la medicina
desde 1948 y es autor de La observación en la práctica médica
(Ediciones del Autor). Se formó en la UBA y aprendió que todos los
sentidos, bien entrenados y aplicados al estudio de un paciente,
contribuyen al diagnóstico. "Actualmente, la medicina nada
tiene que ver con la práctica de toda mi vida -cuenta-. El detalle y
la observación ya casi no se aplican. El paciente se va de la
consulta con una lista de estudios por hacer y alguna receta. Tiene
que esperar tres meses para saber qué tiene."
¿Cómo prescribe? Con el nombre
comercial. La pregunta le recuerda que el año pasado las prepagas le
exigían incluir el nombre de la droga, pero ahora, no. "Ya
prácticamente nadie escribe el nombre genérico -dice-. Hay
medicamentos que fabrican varios laboratorios. La diferencia es el
precio. Con esto en mente, trato de indicar un producto de un
fabricante responsable, con seguridad y eficacia respaldadas."
Pero enseguida aclara: "No sólo cura el medicamento, también
lo hace la palabra del médico.
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