Para qué sirve un ministro
Reynaldo Sietecase,
Redacción Z, 24 de julio de 2014
La calidad de un
funcionario debería condicionar su futuro político. Al comparar las
gestiones actuales y pasadas en las áreas de Salud y Transporte
surge un evidente contraste. La ley de medicamentos genéricos y la
renovación de la flota del Sarmiento, dos medidas para reivindicar.
Por Reynaldo Sietecase
La pregunta tiene una
respuesta sencilla: un ministro debe mejorar la calidad de vida
de los ciudadanos. El concepto es aplicable a cualquier
funcionario, desde el titular de la Presidencia de la Nación hasta
el último ordenanza de un pequeño municipio. Si no sirven a la
gente no sirven para nada. En la honestidad y capacidad de los
ministros se juega en gran medida la suerte de una gestión. Los
ministros de Salud e Interior y Transporte permiten graficar esta
idea.
Para no salir del clima
futbolero que nos legó el Mundial de Brasil: la diferencia entre el
ex ministro de Salud Ginés González García (2002/2007) y el
jefe de esa cartera desde 2009, Juan Luis Manzur, es la misma que
separa a Lionel Messi del zaguero central de Sacachispas.
El actual
embajador argentino en Chile no sólo impulsó la norma que
regula la prescripción de medicamentos por el nombre genérico de la
droga cuando era ministro de Eduardo Duhalde, también impulsó
el Plan Remediar y se enfrentó con los sectores más
reaccionarios de la Iglesia Católica por sus políticas de
planificación familiar y sus pedidos de no punir el aborto en
determinados casos. Manzur, en cambio, se destaca por su
invisibilidad.
“El ministro sólo
hablará si se lo pide el papa Francisco.”
Ésa fue la respuesta
que una de las encargadas de prensa de Manzur repitió esta semana
ante los periodistas que quisieron consultar al ministro
por la falta de aplicación de la Ley de Genéricos. Salvo los
tucumanos –es vicegobernador en uso de licencia– son muy pocos
los argentinos que conocen el nombre del titular de la cartera de
Salud. El hombre se destaca por pasar inadvertido. Algún
optimista podría decir: calla pero hace. Algo fácilmente refutable.
La semana pasada el
diario La Nación publicó un informe, elaborado por Fabiana
Czubaj, donde se reveló que sólo una de cada cinco recetas se hace
con el nombre genérico de la droga. En buen romance, una
de las leyes más importantes de la gestión de salud no se cumple.
La mayoría de los médicos –a instancias de los grandes
laboratorios– con la conformidad de los farmacéuticos (en especial
de las cadenas), el okey de las obras sociales y la complicidad
de los organismos de control del Estado, recetan drogas con sus
marcas y no por el nombre genérico.
La llamada Ley de
Genéricos fue sancionada con el número 25.649 el 28 de agosto
de 2002. Pero el ministro de Salud que la impulsó, Ginés
González García, fue ratificado en su cargo por el presidente
Néstor Kirchner. En la peor crisis socioeconómica del país,
la ley procuraba regular los precios y permitirles a los
pacientes decidir qué marca comprar según sus posibilidades
económicas. La medida tenía un claro sentido progresista.
Según el informe, en
2003, de cada cien recetas 71 se hacían con el nombre genérico
de la droga. Un año después se elevó el número a 89 de cada cien.
Pero en 2014, una década después, la cifra cayó a 20 o 25
recetas cada cien. Según el Sindicato Argentino de
Farmacéuticos y Bioquímicos, la sustitución por nombre
genérico ronda el nueve por ciento cuando en los países que
desarrollaron legislaciones similares llega al 45.
Los voceros del
Ministerio de Salud sugirieron ante los periodistas que Manzur
–un dirigente cercano a la Iglesia Católica y bien visto por
los laboratorios– sólo hablaría del tema si se producía un
milagro. Lo que ocurre en Salud pasa en otras áreas. La mayoría
de los miembros del gabinete de Néstor Kirchner tenían un
volumen político que hace ver raquítico al elenco convocado
por la presidenta Cristina Fernández en 2007.
Algo parecido, pero a
la inversa, ocurre con la gestión de Florencio Randazzo en
Transporte. Con el agravante de que sus antecesores no sólo tuvieron
déficit de gestión, también enfrentan un juicio oral por la
tragedia de Once y en el caso de Ricardo Jaime varias causas por
corrupción.
Esta semana Randazzo
presentó siete nuevas formaciones para el ramal Sarmiento. Los
coches nuevos son más confortables y, además, tienen diversas
medidas de seguridad para los pasajeros. Cierre de puertas
y una estructura que evita el llamado “encaballamiento”. Si estos
coches hubiesen llegado antes, la tragedia de Once no se hubiese
cobrado la vida de 51 personas.
Reivindicar las nuevas
unidades y el plan para reconstruir los trenes de pasajeros a
Rosario y Mar del Plata, así como la recuperación integral del
ferrocarril de carga, debería conllevar una autocrítica profunda.
Durante una década el gobierno continuó las políticas de los 90:
subsidios a empresarios sin ningún control, falta de inversión,
tarifas testimoniales y pésimos servicios. Aesto hay que sumar que
durante seis años se mantuvo en el cargo de secretario de Transporte
a Ricardo Jaime, quien enfrenta una docena de causas por corrupción.
Randazzo asegura que la
Presidenta le pidió que asuma la responsabilidad de cambiar la
historia. “Tengo para mostrar todo lo que he hecho cuando he tenido
responsabilidades públicas… con el documento, el pasaporte,
la creación de la Agencia Vial y los trenes…”, dice el ministro
para sustentar sus aspiraciones presidenciales. No tiene un camino
fácil. Las encuestas siguen mostrando al gobernador Daniel
Scioli con una amplia ventaja en el espacio kirchnerista. Los dos
apuestan a mostrar gestión. Algo parecido intenta el
principal contrincante peronista: Sergio Massa.
No está nada mal. La
calidad de un funcionario debería condicionar su futuro
político.
nota Original http://bit.ly/WJX9hD
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