Este colombo-boliviano lideró la cruzada contra el abuso en
los precios por parte de las multinacionales de medicamentos, que generó
las primeras medidas de control del Gobierno.
Por: Cristina de la Torre, El Espectador (Colombia), 14 diciembre 2013
El mechón sobre la frente, la
risa fácil, signos inesperados del temple sin ruido de este médico que
desafió el abuso de las farmacéuticas en precios de medicamentos e
indujo las primeras medidas de control del Gobierno sobre los mismos. Las
medidas, una luz entre las tinieblas de la Ley 100 que transformó la
salud en negocio de EPS y desde 2003 permitió elevar precios de
medicinas hasta veinte veces por encima de los internacionales. Una
afrenta —diría él— contra el acceso a medicamentos como parte vital del
derecho a la salud. “Derecho que tampoco este Gobierno garantiza
cabalmente, pues su reforma mantiene en lo esencial la mercantilización
del sector”.
Boliviano
por amor, colombiano por adopción, Óscar Andia lleva cuatro décadas
entregándole a nuestro país trabajo, inteligencia y tesón. Arrastrado en
la diáspora de suramericanos que partieron de sus países sojuzgados por
la dictadura, el joven galeno salió del suyo cuando el general Bánzer
se tomó por las armas el poder. Debutó el de charreteras destruyendo los
equipos de la Facultad de Medicina en La Paz. Entonces hacía año rural
Andia en la localidad de Catagaita. Allí extendió su trabajo al
afianzamiento del hospital y propendió por la descontaminación del río,
fuente de severa amenaza a la salud. Coincidió su campaña cívica con la
de misioneras Lauritas y javerianos de Yarumal, que traducían el
Evangelio en acción social. Como lo enseñaba el Concilio Vaticano de
Juan XXIII, que hoy retoma el papa Francisco. Pero, se sabe, hasta la
práctica evangélica cayó bajo sospecha y Andia marchó, con toda una
generación, al exilio. Los religiosos tendieron puentes con Colombia, y
hoy es director del Observatorio de Medicamentos y Vicepresidente de
Política Farmacéutica Nacional de la Federación Médica Colombiana. “Me
siento colombiano, además, porque mi señora y mi hija lo son”, declara
con orgullo.
Su cruzada contra
prácticas perversas de las farmacéuticas despuntó hace diez años cuando,
a instancias del libre mercado que anima el modelo de salud, el
Gobierno decretó libertad absoluta de precios. El efecto fue devastador.
No apenas para los usuarios en droguerías, sino sobre los recobros de
las EPS al Fosyga. Éstos saltaron de $113.000 millones en 2003 a $2,236
billones, y pusieron en jaque las finanzas del sector.
Andia
se congratula de que este Gobierno iniciara control de precios y de que
el proyecto de ley en curso lo contemple. Reconoce, sin falsa humildad,
que a ello contribuyó su seguimiento estricto de la libertad a
ultranza, desde la Federación. Fruto del reclamo de los médicos a
participar en el diseño de las políticas en salud, en política
farmacéutica y creación de un sistema único de información de
medicamentos. Si positiva, en su opinión la medida del ministro Gaviria
resulta parcial e insuficiente. Porque de momento sólo afecta el canal
institucional y porque muchos precios desbordan todavía los
internacionales.
Si los genéricos
son de calidad óptima —preguntamos— y si valen muchísimo menos que los
medicamentos de marca, ¿por qué no monopoliza el Estado su producción
para responder a las necesidades básicas de salud? Por falta de
convicción y de voluntad política, responde. Pero una solución central
sería estimular la producción nacional de genéricos, tal como lo propone
el proyecto de ley en discusión. Como se practica en la India y se
propone ya en casi toda Suramérica. El Gobierno podría centralizar las
compras y proteger el autoabastecimiento nacional con productos
genéricos.
A todos sorprendió el
llamado del ministro a combinar negocio con bienestar del paciente.
¿Lapsus linguae? ¿Provocación? ¿Metáfora de sistema mixto en Salud? Si
sistema mixto, dice Andia, no podría manejarse la salud, que es derecho
fundamental, con criterio de mercado. Ni autorizar libertad de precios.
Pero podría encargarse a privados la prestación de servicios y tareas de
investigación científica. En todo caso, la sostenibilidad del sistema
de salud pasa por una adecuada regulación de precios de los
medicamentos, remata. Propósito que ha perseguido Óscar Andia en
Colombia, con el mismo empeño que lo hubiera hecho en su primera patria,
Bolivia.
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