sobre la autora
"Shora" (Esther Samper) es médica de formación y trabaja como investigadora científica en medicina regenerativa cardíaca. Cuando no está toqueteando células aporrea con cariño el teclado para divulgar sobre lo que más le apasiona: la medicina.
Decía Arturo Pérez-Reverte en uno de sus míticos libros: "Para un reportero en una guerra, territorio comanche es el lugar donde el instinto dice que pares el coche y des media vuelta..." Los profesionales sanitarios también tienen sus territorios comanches particulares, donde el instinto les dice que es mejor no insistir y mirar para otro lado. Uno de ellos tiene nombre propio: Fármacos de nula o dudosa utilidad terapéutica. No arriesgan sus vidas, pero sí (a veces) sus carreras y/o su reputación para mostrar al mundo lo que está ocurriendo, no el terreno de la muerte, sino en el de la vida, en el de la medicina.
Pero para comprender la realidad de una historia que tiene lugar en territorio comanche médico, comencemos por el principio. Existen múltiples enfermedades que pueden desgastar o dañar al cartílago presente en nuestras articulaciones pero, con diferencia, la más frecuente es la artrosis. El cartílago, rico en en condroitín sulfato y en proteínas que contienen glucosamina, actúa como un amortiguador entre los huesos y permite que los movimientos se realicen con suavidad y sin dolor. Cuando este cartílago se va desgastando, van apareciendo los dolores al movimiento y la inflamación, con una progresiva pérdida de la movilidad conforme más vaya avanzando esta enfermedad.
El gran inconveniente es que el cartílago que se pierde a lo largo de la vida ya no se recupera (porque es un tejido que prácticamente no tiene regeneración). Como además la pérdida de cartílago se asocia al envejecimiento, cada vez es un problema de mayor magnitud.Pero para comprender la realidad de una historia que tiene lugar en territorio comanche médico, comencemos por el principio. Existen múltiples enfermedades que pueden desgastar o dañar al cartílago presente en nuestras articulaciones pero, con diferencia, la más frecuente es la artrosis. El cartílago, rico en en condroitín sulfato y en proteínas que contienen glucosamina, actúa como un amortiguador entre los huesos y permite que los movimientos se realicen con suavidad y sin dolor. Cuando este cartílago se va desgastando, van apareciendo los dolores al movimiento y la inflamación, con una progresiva pérdida de la movilidad conforme más vaya avanzando esta enfermedad.
Ante este gran problema de salud pública a alguien se le ocurrió la siguiente idea: "¿y si damos medicamentos que sean ricos en los componentes con los que está formado el cartílago para ver si así se protege o incluso se recupera?"
Esta idea que es, hasta cierto punto, lógica, fue el origen de lo que antes se llamaban condroprotectores y hoy reciben el críptico nombre de SYSADOA (que significa "fármacos sintomáticos de acción lenta para la artrosis"). En realidad, algunos de ellos no se tratan de fármacos en el sentido más estricto de la palabra sino de suplementos dietéticos (y así se venden en Estados Unidos y más países).
La cuestión es que la comercialización de los SYSADOA indicados para la artrosis se asentó en una evidencia científica inicial muy débil y dudosa. Se sabían que eran muy seguros pero lo que no estaba nada claro era que fueran realmente efectivos en retrasar la degeneración del cartílago o incluso repararlo. ¿Sería cierta la hipótesis de "lo que se come, se cría"?
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leer el resto de la nota en
http://blogs.elpais.com/la-doctora-shora/2012/01/los-condroprotectores-territorio-comanche.html
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