viernes, 26 de julio de 2013

China enfrenta a las grandes empresas farmacéuticas por casos de soborno

DAVID PILING, El Cronista 26-07-13


Hay que matar el pollo para asustar al mono es una bien conocida expresión china que describe la táctica de reprimir al insignificante con el propósito de atemorizar a las grandes bestias para que sigan las reglas. Al enfrentarse a GlaxoSmithKline, un gorila de la industria farmacéutica global, las autoridades chinas se han dirigido directamente al mono.
Las compañías farmacéuticas angloamericanas, que emplean alrededor de 5.000 personas en China, se han visto implicadas en un escándalo sobre el supuesto pago de sobornos a doctores a cambio de recetas de GSK. Según las alegaciones, incentivos a doctores frecuentemente mal pagados, hospitales y funcionarios del gobierno fueron canalizados a través de agencias de viajes por ficticios o sobrecargados servicios de coordinación de viajes y conferencias.
El asunto puede no estar limitado a GSK. Los fabricantes de fármacos europeos Sanofi, Roche y Novartis han utilizado en el pasado a Shanghai Linjiang, una de las agencias de viajes acusadas de ser parte del grupo de intermediarios, aunque las compañías dijeron que habían cesado su asociación.
En el caso de los farmacéuticos, proteger a los consumidores implica ejercer presión sobre los precios y acabar con la corrupción, un esfuerzo que cuadra con la amplia campaña contra la corrupción lanzada por el presidente Xi Jinping. China ya gasta más de u$s 60.000 millones en recetas médicas al año, lo cual la convierte el tercer mayor mercado después de EE.UU. y Japón.
En el mercado chino del cuidado de la salud, hasta ahora pobremente regulado, las practicas dudosas siempre han sido comunes, si no de rigor. Aun en los mercados occidentales, relativamente bien regulados, las compañías farmacéuticas han dado muestra de inagotable creatividad cuando se trata de estimular el uso de sus medicinas.
De ahora en adelante, todas las multinacionales que operan en China verán un camino regulatorio más difícil. Si esto lleva a un régimen más transparente, basado en las reglas, entonces, a la larga, podría resultar algo bueno. Pero a corto plazo, las cosas se volverán mas incomodas para las empresas que tienen la mala suerte de llamar la atención de los nuevamente autorizados reguladores. Y esto será aún más cierto en el caso de las compañías farmacéuticas.


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